A Heráclito se le conoce como el «filósofo llorón» por su aparente melancolía, la cual provocó en parte que nunca fuera capaz de plasmar por escrito y al completo su manera de pensar. Pensaba que el mundo está en constante cambio, y que la manera de entenderlo es escuchando al «Logos», algo como la Razón o el orden natural del mundo. Esto se pone en práctica investigando el mundo a fin de descubrir lo que nos revela. Heráclito pensaba que el mundo se encuentra en un estado de lucha, y que entender la tensión que existe entre las fuerzas resulta primordial si se quiere llegar hasta el Logos. Para Heráclito, el fuego es la fuerza de tensión que mantiene las cosas en su lugar, y que posibilita la transición de una cosa a otra. Hegel llegó a considerar que este concepto de oposición de contrarios fue el primer acercamiento a su propia dialéctica. En muchos de los fragmentos de Heráclito que han llegado a nosotros puede verse que criticaba a la gente por no escuchar al Logos, y parecía albergar un desprecio general hacia la mayoría de personas. Por lo visto, pasó buena parte de sus últimos años de vida en soledad, alejado del ajetreo urbano.

Demócrito era conocido como «el filósofo risueño», por su desenfadada manera de ser. Fue uno de los primeros en fomentar una metafísica atómica, y pensaba que el mundo estaba compuesto únicamente por pequeños átomos indivisibles.