Descartes empleaba una técnica conocida como duda metodológica, en la que intentaba dudar de todo cuanto conocía, a fin de determinar si había algo que fuese absolutamente cierto, algo de lo que no se pudiese dudar. Dicha técnica le condujo a su famoso cogito ergo sum, «pienso luego existo», queriendo decir que, no importa de cuántas cosas se pudiera dudar, no podría dudar de su propia existencia. Llegado a ese punto, trató (de manera muy cuestionable) de respaldar su teoría demostrando que Dios existe y es necesariamente bueno, por lo que no nos engañaría.

Pirrón fue un escéptico de la Grecia clásica. De forma bastante apropiada al personaje, no sabemos mucho acerca de Pirrón, así que no podemos decir a ciencia cierta qué pensaba o qué hizo. Lo que sabemos proviene en su mayor parte de los escritos de Sexto Empírico. Sexto Empírico fue un escéptico pirrónico que vivió siglos después de Pirrón, pero se ocupó del mismo campo. Era un escéptico muy extremo, puede que incluso no tuviese convicción alguna. Pirrón y Sexto Empírico, como la mayoría de filósofos griegos, vincularon sus ideas a lo que significaba vivir una vida buena, y afirmaron que no albergar convicción alguna conduce a una vida de serena felicidad.

David Hume fue un escéptico del siglo XVIII, conocido por dudar de cosas como la causalidad y la moralidad.

Voltaire fue un pensador de la Ilustración, muy crítico con la Iglesia de aquel entonces. Aunque puede que no fuera un completo ateo, lo cierto es que mantuvo una postura escéptica hacia la Biblia.

Montaigne fue un filósofo, ensayista y escéptico del siglo XVI. Como Descartes más adelante, estuvo muy influido por los escépticos griegos de la Antigüedad, en particular por los escritos de Sexto Empírico. Sin embargo, a diferencia de los pirronianos, pensaba que la razón siempre podría decantarse entre dos consideraciones. También era un crack vistiendo, y, aunque esto ya es especular, yo diría que debía de volver locas a las nenas con esa gran cosa que lucía alrededor del cuello.