Como ya saben los asiduos a estos cómics, Gottfried Leibniz resolvió la metafísica de una vez por todas con su trascendental obra La monadología. En ella postuló que la causalidad es una ilusión, y la realidad está compuesta completamente por mónadas, que son entidades eternas y no causales. La única razón por la que nuestras percepciones mentales y los objetos físicos parecen interactuar es porque Dios los ha preestablecido en armonía. Así que, básicamente, cuando levantas un brazo, parece que son tus ideas las que lo causan, pero en realidad se trata de alguna clase de coincidencia, porque es Dios el que lo prefijó de antemano para que coincidiera.

Zenón de Elea fue un filósofo presocrático, famoso por sus experimentos mentales que demuestran que el movimiento es imposible. Desde entonces, algunos filósofos han demostrado a medias que sus experimentos mentales estaban equivocados, pero nunca han llegado a demostrarlo del todo.

Wittgenstein fue un filósofo del siglo XX conocido por su filosofía del lenguaje, que trataba de demostrar que el lenguaje no se corresponde directamente con la realidad, sino que es exclusivamente un fenómeno social. Esto lo consiguió a través de una serie de unos mil experimentos mentales eclécticos y estrambóticos.

Sócrates era superpesado, y hacía preguntas sobre todo.

Monty Python and the Holy Grail (Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, en España) es una comedia británica, en la que ocurren cosas muy disparatadas.