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CARTOGRAFÍA

CARTOGRAFÍA

1832

Distrito de placer en Senju

Distrito de placer en Senju

KATSUSHIKA HOKUSAI

Treinta y seis
vistas del monte Fuji

富嶽三十六景

1. La gran ola de Kanagawa
神奈川沖浪裏


9. Vistas del Fuji desde los
campos de la provincia de Owari
尾州不二见原


12. Puesta de sol a través del
puente Ryōgoku desde la orilla
del río Sumida, en Onmayagashi
御厩川岸见两国桥夕阳


16. Molino de agua en Onden
隐田水车


32. Kajikazawa en
la provincia de Kai
甲州石斑泽


从千住花街眺望不二
Distrito de placer en Senju

KATSUSHIKA HOKUSAI, 1832

Grabado adicional de la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji (富嶽三十六景), obra de Katsushika Hokusai (北斎, 1760-1849).

Hokusai, que cambió de nombre numerosas veces a lo largo de su carrera y aprendió y se prodigó en multitud de estilos de pintura, entre ellos el Kanō, hizo del viaje una constante en su vida. En busca del perpetuo descubrimiento de nuevas gentes y situaciones, así como de la flora, la fauna y las pequeñas cosas de la vida cotidiana, se mudó hasta noventa veces de domicilio. «El viejo loco por la pintura», como le gustaba llamarse, dejó un legado que supera las treinta mil obras; fue un pintor errante e incansable, que madrugaba y trabajaba hasta entrada la noche, aun subsistiendo entre penurias, pues su éxito y reconocimiento fue intermitente, tardío y, por supuesto, constreñido a Japón. Murió a la inusual edad de ochenta y ocho años, dejando tras de sí un reguero de mujeres e hijos… y un misterio sin resolver:

[…] a la edad de cinco años tenía la manía de hacer trazos de las cosas. A la edad de 50 había producido un gran número de dibujos; con todo, ninguno tenía un verdadero mérito hasta la edad de 70 años. A los 73 finalmente aprendí algo sobre la verdadera forma de las cosas, pájaros, animales, insectos, peces, las hierbas o los árboles. Por lo tanto a la edad de 80 años habré hecho un cierto progreso, a los 90 habré penetrado más en la esencia del arte. A los 100 habré llegado finalmente a un nivel excepcional y a los 110, cada punto y cada línea de mis dibujos poseerán vida propia…

Así como Utagawa Hiroshige (歌川広重, 1797-1858) y otros artistas de ukiyo-e, Hokusai influyó notablemente en los impresionistas con sus perspectivas planas (herencia de la pintura china clásica) y un uso de la luz orientado a otorgar profundidad a la composición y a capturar la atmósfera de los paisajes.

Gran admirador de la obra de los japoneses, y de Hokusai en particular, Van Gogh se refería así al estilo de las estampas ukiyo-e, algunas de las cuales llegó a versionar:

Envidio a los japoneses y la increíble y limpia claridad de la que están impregnados todos sus trabajos. Nunca resultan aburridos ni dan la impresión de haberlos realizado a toda prisa… Su estilo es tan sencillo como el respirar. Son capaces de hacer una figura con unos pocos trazos seguros, y que parezca tan fácil como abotonarse el chaleco.

Las xilografías eran por lo general minimalistas, de líneas marcadas y ondulantes, con colores claros y lisos, casi místicos, y buscaban la representación de una naturaleza siempre cambiante y con sus propios ritmos. Para conseguirlo era preciso que el artista, a través de la observación, se sincronizara con ella.

Un gran ejemplo de esto son las Treinta y seis vistas del monte Fuji, realizadas por Hokusai no sólo en momentos del día y del año diferentes, sino también bajo diferentes estados de ánimo. Debido a su gran éxito, a la serie original de treinta y seis grabados le siguieron diez adicionales. En todas estas estampas del mundo flotante aparece invariablemente la figura del monte Fuji, símbolo cultural y religioso de gran importancia en Japón, asociado con la vida eterna.

* * *

Esta obra forma parte de nuestra colección de panorámicas del Japón en el periodo Edo. Para más información, recomendamos el texto explicativo que se ofrece en Escenas de la capital y alrededores.

从千住花街眺望不二
Distrito de placer en Senju

KATSUSHIKA HOKUSAI, 1832

Grabado adicional de la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji (富嶽三十六景), obra de Katsushika Hokusai (北斎, 1760-1849).

Hokusai, que cambió de nombre numerosas veces a lo largo de su carrera y aprendió y se prodigó en multitud de estilos de pintura, entre ellos el Kanō, hizo del viaje una constante en su vida. En busca del perpetuo descubrimiento de nuevas gentes y situaciones, así como de la flora, la fauna y las pequeñas cosas de la vida cotidiana, se mudó hasta noventa veces de domicilio. «El viejo loco por la pintura», como le gustaba llamarse, dejó un legado que supera las treinta mil obras; fue un pintor errante e incansable, que madrugaba y trabajaba hasta entrada la noche, aun subsistiendo entre penurias, pues su éxito y reconocimiento fue intermitente, tardío y, por supuesto, constreñido a Japón. Murió a la inusual edad de ochenta y ocho años, dejando tras de sí un reguero de mujeres e hijos… y un misterio sin resolver:

[…] a la edad de cinco años tenía la manía de hacer trazos de las cosas. A la edad de 50 había producido un gran número de dibujos; con todo, ninguno tenía un verdadero mérito hasta la edad de 70 años. A los 73 finalmente aprendí algo sobre la verdadera forma de las cosas, pájaros, animales, insectos, peces, las hierbas o los árboles. Por lo tanto a la edad de 80 años habré hecho un cierto progreso, a los 90 habré penetrado más en la esencia del arte. A los 100 habré llegado finalmente a un nivel excepcional y a los 110, cada punto y cada línea de mis dibujos poseerán vida propia…

Así como Utagawa Hiroshige (歌川広重, 1797-1858) y otros artistas de ukiyo-e, Hokusai influyó notablemente en los impresionistas con sus perspectivas planas (herencia de la pintura china clásica) y un uso de la luz orientado a otorgar profundidad a la composición y a capturar la atmósfera de los paisajes.

Gran admirador de la obra de los japoneses, y de Hokusai en particular, Van Gogh se refería así al estilo de las estampas ukiyo-e, algunas de las cuales llegó a versionar:

Envidio a los japoneses y la increíble y limpia claridad de la que están impregnados todos sus trabajos. Nunca resultan aburridos ni dan la impresión de haberlos realizado a toda prisa… Su estilo es tan sencillo como el respirar. Son capaces de hacer una figura con unos pocos trazos seguros, y que parezca tan fácil como abotonarse el chaleco.

Las xilografías eran por lo general minimalistas, de líneas marcadas y ondulantes, con colores claros y lisos, casi místicos, y buscaban la representación de una naturaleza siempre cambiante y con sus propios ritmos. Para conseguirlo era preciso que el artista, a través de la observación, se sincronizara con ella.

Un gran ejemplo de esto son las Treinta y seis vistas del monte Fuji, realizadas por Hokusai no sólo en momentos del día y del año diferentes, sino también bajo diferentes estados de ánimo. Debido a su gran éxito, a la serie original de treinta y seis grabados le siguieron diez adicionales. En todas estas estampas del mundo flotante aparece invariablemente la figura del monte Fuji, símbolo cultural y religioso de gran importancia en Japón, asociado con la vida eterna.

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Esta obra forma parte de nuestra colección de panorámicas del Japón en el periodo Edo. Para más información, recomendamos el texto explicativo que se ofrece en Escenas de la capital y alrededores.