Lo sublime, en teoría estética, es algo poderoso y aterrador que hace aflorar una extraña sensación de placer en el sujeto. Por ejemplo, cuando estás presenciando un huracán o una vasta zona desértica, puedes verte abrumado por su fuerza extraordinaria y exultante. Para Schopenhauer, esto implica una especie de «desvío de la voluntad». El magnífico poder del objeto abruma nuestra voluntad y la desvía violentamente de nosotros, y entramos en un estado de contemplación pura y carente de voluntad del objeto, lo que resulta en un extraño júbilo: lo sublime. Se trata de un estado inestable, difícil de mantener, porque cualquier conciencia del particular peligro a que el objeto nos expone, o del propio reflejo que el objeto proyecta en nosotros, destruiría el efecto. Así pues, percibimos el extraordinario poder del tornado, pero si llegamos a darnos cuenta de que el tornado se dirige en realidad hacia nosotros y es probable que nos mate, lo que sentiremos no será más que el viejo y no demasiado sublime terror común.
Los dibujos son una referencia a El caminante sobre un mar de nubes de Caspar David Friedrich, empleado con cierta frecuencia para ejemplificar lo sublime en el arte. Muchos otros de sus cuadros siguen una temática similar.