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El club de la filosofía

Si lo piensas, cualquier club puede ser un club de la lucha si le pones ganas.

¿No lo has pillado?

En Investigaciones filosóficas, Wittgenstein niega que haya reglas que existan fuera de su uso social. Dice que ni una entidad externa (tal como una función lógica platónica que exista de manera externa a las ideas humanas) ni una entidad interna (nuestras ideas) pueden aportar fundamento a lo que es una regla. Una regla tan sólo es la manera en que se aplica en un grupo determinado.

Bertrand Russell fue colega de Wittgenstein en sus primeros tiempos, pero criticó sus trabajos posteriores, tales como Investigaciones filosóficas, diciendo que, básicamente, no pasa de ser un glosario sobre las diferentes maneras que tienen los tontos de decir tonterías. Parece que Russell no fue capaz de entender el impacto que tendría su obra, que se vería convertida en la más influyente en filosofía del lenguaje de las décadas venideras.

La intervención de Marx se refiere a sus teorías de que la sociedad está determinada en gran medida por la lucha de clases. Los marxistas futuros llegaron a expandir su teoría de la lucha de clases hacia diversos ámbitos de la vida en los que no imaginábamos que pudiera aplicarse. Dirían, por ejemplo, que el arte bueno es el arte que desmantela las estructuras de clase y de poder. Esto contrasta con el punto de vista típico del arte bueno como un arte bello o que inspira nobles sentimientos a quien lo observa. A éstos probablemente los llamarían valores burgueses, y reivindicarían que semejante arte está al servicio de la opresión del proletariado.

En Para una moral de la ambigüedad, Simone de Beauvoir enumeró las diferentes maneras en que una persona podría vivir de forma inauténtica, sin una «posición moral» respecto al mundo. Una de las maneras es ser un intelectual que se confina en su torre de marfil y no interactúa en modo alguno con el mundo. Para una moral de la ambigüedad se escribió al abrigo de sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial, por lo que uno puede imaginarse que tenía en mente a personas específicas, como aquellos que se negaron a participar en la Resistencia francesa y perseveraron en sus metas intelectuales durante la ocupación nazi. En Los mandarines, un relato ficcionalizado sobre su círculo intelectual de amigos en la Francia de posguerra, relata cómo Camus no pudo volver a ser el mismo tras pasar años escribiendo, durante la Resistencia francesa, «con una pistola en el cajón de su escritorio». Beauvoir, Sartre y Camus trabajaron durante la ocupación en la publicación de un periódico de resistencia, y toda la filosofía que produjeron posterior a la guerra estuvo fuertemente influenciada por sus experiencias durante la misma.

A Robert Nozick se le utiliza aquí como la clase de intelectual que denuncia Beauvoir; si esto es así o no, es un asunto debatible, si bien en mi opinión se ciñe bastante a la realidad. Escribió uno de los libros políticos más influyentes (Anarquía, Estado y utopía) y nunca volvió a escribir sobre política, sino que se centró en la epistemología. Su elección, sin embargo, se debe principalmente al contraste de su filosofía con la de Marx.

John Locke fue un defensor de la teoría del contrato social, y pensaba que implícitamente firmamos un contrato social con el Estado para garantizar nuestra seguridad y mantener el imperio de la ley entre la comunidad.

Sócrates es Sócrates. Nietzsche no dice una palabra, porque suele dejar que sean sus puños los que hablen.

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Esta tira es una adaptación al castellano de la original, de la serie Existential Comics, cuyo autor es Corey Mohler.