El fantasma en la máquina es una metáfora para el problema cuerpo-mente, especialmente en el dualismo cartesiano. Dicho de otro modo, si hay cuerpos y almas, ¿cómo controla el alma al cuerpo? Puesto que el mundo físico parece causalmente completo (es decir, todo tiene una causa), no parece que el alma tenga margen alguno para producir ningún efecto. La solución que se muestra es la del principio de la armonía preestablecida de Leibniz, según la cual lo mental y lo físico sólo coinciden por una suerte de coincidencia, porque Dios así lo ha establecido. Por descontado, esta solución es difícil de tomar en serio, especialmente para el lector moderno. Por otro lado, la solución de Descartes era aún peor; decía que se interconectaban por medio de un órgano interno especial, el cual funcionaba como una especie de antena: la glándula pineal (su verdadera función aún no se conocía por aquel entonces).