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ARTÍCULO

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JULIO 1976

El poder

El poder

LUIS RACIONERO

El tema que hay que plantear es el tema del poder, del poder invisible y visible. ¿Cuáles son las invisibles líneas de fuerza psicológicas que configuran el campo magnético piramidal del poder; por qué hay quién desea mandar, y qué miedo a la libertad engendra la pasión de obedecer? ¿Cuáles son las estructuras visibles o instituciones, que materializan el campo de fuerzas psicológicas en acciones físicas de coacción y violencia? No puede entenderse el poder visible sin el poder invisible; la represión física sin la abyección psicológica; las cárceles del tirano sin el miedo a la libertad.

Bertrand Russell, en su ensayo sobre el tema, compara el poder al concepto de energía en la física. Así como la energía explica el movimiento y cambio en las ciencias naturales, así el poder explicaría el movimiento y cambio en las ciencias sociales. La comparación visualiza con gran claridad el campo de fuerzas psicológicas que constituyen el poder. Cada sistema social es un equilibrio dinámico de relaciones de poder; hay una distribución de poder entre los miembros de la sociedad que regula, de antemano, lo que va a pasar cuando interaccionen entre sí. Supongamos que cada persona es una partícula de gas con la misma masa y que cada partícula se le da una cantidad de poder, que en la comparación sería un impulso o velocidad de movimiento. Si los impulsos que se dan son todos iguales, entonces las partículas, al chocar, se desviarán de modo igual y simétrico- de sus trayectorias. Al chocar entre sí alcanzarán un equilibrio dinámico aleatorio uniforme, sin direcciones de movimiento preferenciales. Pero si los impulsos que se dan a las partículas son distintos, es decir, si a unas personas se les da más poder que a otras, entonces al chocar, la partícula con más impulso, es decir, más poderosa, desplaza a las otras de su trayectoria, sin desviarse ella casi de la suya. En el sistema no hay un equilibrio aleatorio uniforme sino que existen más direcciones de movimiento preferenciales.

¿Cuáles son las causas invisibles de la desigual distribución de poder en la sociedad? Hablaremos primero del que manda. El poder se origina en el carisma, es decir, en la habilidad superior de un individuo para ciertas cosas. Esta causa de poder es personal e intransferible y es la que funcionaba en las sociedades primitivas antes del invento de los reyes; es el poder personal e intransferible que tenían el shaman, el mejor cazador, o el más sabio jardinero.

Es el poder de fascinación personal e intransferible que tiene aún hoy día los grandes artistas: Mike Jaeger, Charles Chaplin, Hermann Hesse. Este poder nace de un don innato o adquirido, de una habilidad superior y no es coercitivo porque es un don que hacen estos personajes a los demás. Su poder lo ejercen sólo un momento, en el momento que actúan, ejerciendo su magia y fascinando a la concurrencia. Luego todo el mundo se va a casa y el poder de aquellos shamanes artísticos ha terminado su acción. Lo malo comienza cuando 1)alguien con habilidades shamánicas pretende continuar ejerciendo su poder de modo continuo, 2) alguien sin habilidades shamánicas pretende ejercer poder momentáneo o constante.

En estos dos casos, el poder ya no nace de modo natural ni es aceptable por la gente. El poder del shaman se acepta de buen grado, porque es un don, un beneficio para la comunidad. Yo acepto encantado la fascinación, el poder y la dominación de Mike Jagger durante una hora, porque me enriquece. Pero cuando Mike Jagger no está cantando, no me beneficia que me domine y que continúe teniendo poder sobre mí. Por tanto rechazaré su poder como un estorbo. Cuando el shaman no está en trance, o cuando un señor no es shaman, su poder no beneficia, y por tanto es inaceptable.

¿Por qué hay personas que sin ser shamanes tiene el poder? Aquí entramos de lleno en los invisibles campos de fuerzas psicológicas del poder. El ejercicio del poder por los no shamanes (o por los shamanes fuera de trance) lo consiguen manipulando y engañando la buena disposición de la gente a acatar un poder shamánico. Esto se consigue por el engaño con símbolos. Me explicaré. El shaman al actuar usa unos vestidos, caretas, varas, amuletos, músicas, etc. La gente identifica la experiencia shamánica, que es psicológica y energética, y por tanto impalpable, con esos símbolos materiales y palpables. Un manipulador puede tomar los símbolos materiales y usarlos para aparentar poderes shamánicos que no tiene. A veces el símbolo que se manipula no es ni siquiera material (lo cual es el colmo del refinamiento ilusorio) sino que es conceptual, como cuando se usa a Dios para justificar un poder (por la gracia de Dios).

El no shaman manipula la tendencia a dejarse fascinar que tiene cada persona y usa esa propensión a destiempo para ejercer un poder continuado sobre la gente.


¿Pero qué pasa dentro del individuo que desea el poder? ¿Qué mecanismos psicológicos le mueven a tener dominados a los demás, no por la fascinación y el trance, sino por la fuerza? La respuesta nos la dan los psiquiatras: la causa que mueve al no shaman a ejercer poder, es una neurosis que puede ser de dos tripes: de compensación psicológica o de paranoia. El señor con complejo de inferioridad, del tipo que sea, por feo, bajo, calvo, gordo o soso; el impotente o frustrado sexual, el frustrado millonario o aristócrata, todos ellos pueden caer en el mecanismo de compensarse y sublimarse en el ejercicio del poder. El paranoico que necesita acumular millones o soldados por miedo al futuro económico o por miedo a que lo asesinen; el paranoico que cree vivir en un mundo de escasez donde no hay bastante para todos; el paranoico de derechas que tiene dinero, puestos y privilegios y le aterra desprenderse de ellos, calman sus neurosis en el poder. ¿Y el altruista, el que quiere ejercer el poder sinceramente para ayudar a los demás? Ese, si es sincero, ejercerá el poder como un shaman, es decir, sólo mientras la gente se lo pida. Y les dará a la gente caminos para decirles, de modo inmediato, cuando están cansados de él y desean que deje de mandarles. Es innegable que hay hombres, que en un momento dado, pueden tomar unos poderes que la sociedad les otorga para resolver les un apuro (como los poderes que le dio Inglaterra a Churchill para ganar la guerra, y luego le retiró, porque sólo se los había dado para resolver la guerra, y ganar una guerra no es justificación para retener el poder en la paz). Pero los poderes la gente los da para resolver ciertos asuntos, y los retira cuando los asuntos están resueltos.

Vistos los motivos psicológicos, altruismo o neurosis, del que ejerce el poder, veamos los motivos del que lo acata. No hay poder sin consentimiento; ante una oposición verdadera, el poder cae. Gandhi. lo demostró en la India. El poder momentáneo del shaman o del político altruista se acepta por interés, y se rechaza en cuanto su acción ha terminado. Esto no tiene problema. Pero el poder continuado ¿por qué se acata? Por miedo a la libertad. A la neurosis compensatoria del poderoso se superpone la neurosis del mandado. El mandado acata porque tiene miedo a la libertad, y tiene miedo porque no ha desarrollado su personalidad, su proceso de individuación está atrofiado, es un niño, no se ha liberado psicológicamente de la madre ni del padre. Prefiere que un Estado, un político, un delegado, decida por él. No tiene la valentía de asumir las decisiones que dirigen su vida. Prefiere esconder la cabeza como un avestruz. Y luego, para colmo, se excusa diciendo que está dominado y que no le dejan tomar decisiones.

Este miedo a la libertad toma formas tan disimuladas y psicológicamente autoengañosas como la afiliación a una ideología, que teóricamente busca la libertad, pero que explica los procesos de cambio social a base de elementos basados en tópicos estrechos en los que el individuo ha dejado casi de existir y ha sido sustituido: por «masa», y entonces no tiene que tomar decisiones personales, se ve excusado de afrontar los problemas de su situación vital inmediata a nivel total, porque su decisión personal nada vale ante la apisonadora de los movimientos de masas, las contradicciones del sistema o la línea del partido. De modo que incluso a veces, los que a nivel consciente desean honestamente la libertad, como el propio Marx, inventan o acatan sistemas que no conducen a ella, porque a nivel subconsciente están motivados por el miedo a la libertad.

El campo de fuerzas invisibles que motivan el poder está bastante claro. Quien desee profundizar en las neurosis del poderoso o en la pasión de obedecer del súbdito, puede consultar a Bakunin, Erich Fromm, Norman Brown, Bertand Russell y Abraham Maslow. Las fuerzas visibles que motivan en poder, están mas claras todavía y son las plasmación material y física de las anteriores. Las fuerzas visibles del poder son las instituciones que materializan una cierta distribución del poder. Las leyes, los tribunales, las cárceles y los policías son el aspecto físico coercitivo del poder. Los parlamentos, los gobiernos y los cargos políticos son el aspecto físico decisorio del poder.

Estas fuerzas visibles del poder no son fuerzas de la naturaleza; no caen al hombre como el maná o el pedrisco. Hace diez mil años no existía el poder del trance del shaman y la fascinación gozosa del individuo, el poder altruista del más hábil y la aceptación temporal interesada del beneficiado. No hay ninguna razón seria para que esto no pueda volver a ser así. Los instrumentos físicos del poder, que son las instituciones de decisión y de coerción, se pueden remodelar por el cambio político. Las neurosis del que manda y obedece, se pueden curar por la psicoterapia.


La política tiene que evolucionar hacia la paulatina devolución del poder: hacia una democracia de base, cara a cara, de ágora, de discusión personal, por barrios o aldeas. Que los individuos sólo deleguen un mínimo imprescindible de sus decisiones. Que los delegados elegidos, sean instantáneamente revocables por decisión de quien los haya elegido. Que el poder esté totalmente descentralizado a nivel de barrios y aldeas. Que una jerarquía de confederaciones de barrios o aldeas, comarcas, ciudades, regiones, naciones y continentes, decida las cuestiones de rango exterior al barrio o aldea. Pero que sean éstos, y el individuo, la unidad básica de todo el edificio político. La actual democracia debe evolucionar en este sentido.

En cuanto a las instituciones de poder coercitivas, deben tender asimismo a su minimización. Sustitución de cárceles y tribunales por formas terapéuticas de resolución de agresiones. Las leyes se deben cambiar en el sentido de evitar la posibilidad de acumulación económica ilimitada, que hoy día estropea la vida a muchos obsesos de riqueza. Sustituir posibilidad de acumulación de capital por posibilidad de acumulación de educación o enriquecimiento de la personalidad. Es un problema de cambio de leyes.

Pero detrás de todos los cambios legales y políticos ha de haber un profundo cambio psicológico; porque sin él, el cambio legal y político, aún el más altruista y deseable, caería sobre los neuróticos del poder y los apasionados de la obediencia, como una imposición, una violencia a su manera de ser. Y a la larga, las neurosis de dominar y de obedecer se abrirían paso otra vez y tergiversarían el espíritu de las nuevas instituciones visibles, con las fuerzas invisibles de su poder antiguo. Política y psicoterapia tienen que ir juntas. Política sin psicoterapia es vino nuevo en odres viejos, autoritarismo disfrazados de guardias rojos. Psicoterapia sin política es borrachera escapista de vino nuevo, huida a paraísos personales ilusorios, fraternidad espiritual sin fraternidad espiritual.

¿Cuál es la psicoterapia para eliminar las neurosis que causan el invisible campo de fuerzas psicológicas del poder? Para los poderosos, un psicoanálisis que revele qué complejo están sublimando, qué deficiencia compensan, qué energía reprimida dejan escapar con su mando. Luego una psicoterapia positiva de compensación de esos problemas por otras vías creativas que no sean el poder. El psicoanálisis moderno, no conductista, está capacitado para aplicar esta psicoterapia. Para los que tienen la neurosis complementaria, que es la pasión de obedecer o miedo a la libertad, la psicoterapia es el proceso psicológico clásico de individuación, las técnicas de Maslow, Erikson y Rogers para superar la fase infantil de fijaciones maternas o paternas y construir una personalidad psicológicamente madura, es decir, responsable, decisoria, original, personal e intransferible. Porque el poder, en el fondo, y paradójicamente, es un juego de niños.

Este artículo se publicó originalmente en el Nº 15 (julio de 1976) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.

Este artículo se publicó originalmente en el Nº 15 (julio de 1976) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.