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ARTÍCULO

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FEBRERO 1977

Aunque Paulosky vista de plumas, Paulosky se queda

Aunque Paulosky vista de plumas, Paulosky se queda

KARMELE MARCHANTE

Casi hombre, casi travestí, ¿casi… qué? Casi todo, casi mucho. Para los que no le conocen hace falta presentarlo. Para otros sobra. Es un actor que hace de travestí en el Barcelona de Noche, que de pronto se ha convertido en el rey de la izquierda divina, de las noches «progres» de Barcelona, todo el mundo habla de él, pero casi nadie le conoce.

Treinta y seis años, ojos castaños, argentino, oliendo a Eau Sauvage por los cuatro costados, espléndido y alto, con un recorrido eléctrico de inquietudes e incertidumbres cazados en estallidos de suspense felino en éxtasis y en risas. Combina el poncho con Dior, siempre dispuesto a dejarse sorprender. («¿Tú crees, niña?»). Siempre misterioso con un halo revoloteante cuando suplica: «Esto no, no lo pongas». Hoy por lo visto ha dejado toda su energía para la escena, después de unas horas de ausencia.

¿Quién es Angel Paulosky? ¿Quién es este ser, este hombre, esta persona que hace de travestí cada noche? ¿Cómo catalogar, analizar, intuir, sintetizar y llegar hasta el fondo de un Paulosky que tengo ante mí y que se me escapa, huidizo?

Yo quiero llegar a saber quién es él de verdad. Cómo siente, cómo piensa, cómo grita, cómo actúa, cómo se desgarra día a día. Yo quiero que se deje de plumas de travestí noctámbulo, de piruetas ágiles ante públicos somnolientos y que me hable de tú a tú.

KARMELE: Angel, estás aquí relajado, sin purpurinas, diciéndome «qué lindo se está en tu casa». Háblame de ti, de tus inquietudes, problemas, de lo que pasa por tus pupilas. Chíllame, estalla, rásgate las vestiduras. ¡Delira!

PAULOVSKI: Yo cada vez puedo decirte cosas distintas, contradictorias, bellas y llenas de significados. Tú me conoces bien, eso hace más difícil nuestro diálogo. No quiero ser el príncipe del travestí. Antes pensaba que la vida se tenía que desarrollar en ambientes determinados, con mucha gente, ahora estoy un poco harto de tanta imagen, de tanto bullicio; estoy mejor sólo conmigo mismo. No puedes pretender que chille, ni que me rasgue las vestiduras, porque no siempre estoy actuando, pero sí te diré que me aburro sin el público. No podría vivir de otra manera. Éste es el tipo de vida que adoro.

Entre el Paulosky angelical y maquiavélico, entre tu signo del Zodíaco y lo que en realidad eres, entre tu timidez, que a veces sacas en privado, y tu invasión en escena, entre tu universo y tu mito, ¿con qué te quedas?

Soy un Tauro de los pies a la cabeza, me quedo con lo que quiero, con todo y con nada. Con lo bueno y con lo malo. Soy intuitivo de realidades, sueños y situaciones. Intuyo constantemente. A veces me aterro, tengo premoniciones, pero de esto no me gusta hablar; luego deja de ocurrirme por algún tiempo. El mito me pesa, un peso de 35 años. La muerte a veces me fascina, otras me da miedo… «tengo miedo de morir cuando me acuesto», puede llegar rápida, después de una noche loca, pero si la intuyo, trato de espaciarla, metamorfosearla.


Ahora que tanto priva la política, ¿tú, qué eres?

Ni fascista ni reaccionario, me gustaría ser un héroe de una «locura de vivir». Soy individualista. Hago la revolución en mi entorno, lo positivo es la propia evolución, para que luego todo cambie; aquí podría ponerte frases lapidarias, pero no es necesario, está todo claro.

¿Y tu público? ¿Cómo te tratan, cuando sientes ganas de pegarles, agredirles, besarles o darles aún más del travestí que eres en escena?

He pasado por todas las posibilidades. El público nunca es uno solo; es variado, múltiple, tiene días. A veces, cuando se divierte me lo comunica, me pasa su corriente; a veces algo va mal en una mesa, qué sé yo, el chulo de turno o alguien sin sentido del humor y entonces lo joden todo; es muy vulnerable. Yo trato de dominar la situación, de no perder ningún hilo.

Quítate la máscara de actuar y dime si eres así como «erótico-festivo», eso me interesa. La gente hoy, y sobre todo los «progres», no son ni eróticos ni festivos.

No tengo el campo delimitado. El erotismo es bello, lindo y maravilloso. Puede ser aburrido o no, pero es sólo erótico y nada más. Yo me lo tomo con mucho humor, pero tengo en cuenta que lo erótico es muy amplio. Yo le llamaría «Ritual erótico», aunque bien pensado es la primera vez que me dicen algo parecido y te diré, en contrapartida, que soy sólo neurótico-festivo.


Siente atracción por la filosofía oriental y siente necesidad de beber en las fuentes de la sabiduría. Le encanta la gente inteligente, creativa, loca y alucinante. De su infancia en la Argentina recuerda que cuando en su casa había problemas, cuando las cosas no iban muy bien entre sus padres y muchas otras cosas más, se cubría con un manto de fantasía y soñaba, soñaba. La misma fantasía que derrocha ahora en el escenario. La misma que le ayuda a improvisar gestos y frases nuevas cuando la gente que acude a verlo dialoga con él, con el travestí, con el tío vestido de tía que les dice con mueca oxfordiana «The Bernarda’s Couño».

Éste es un trozo de Ángel Paulosky, el verdadero no lo conoceremos nunca por muchas entrevistas que le hagamos, por mucho que tratemos de sonsacarle. El Paulosky que me atrae, la contradicción entre el símbolo y la frivolidad, el enigma entre el que tengo ante mí y el que me pasma, me alucina, me sorprende y me vuelve a resorprender, me atrae, me lleva y me hace rasgar las vestiduras de admiración ante esta locura revolucionaria, este Cen-Tauro sobrecogedor que no para de evolucionar ante la vida misma. El mismo que estaba dispuesto a ir a una manifestación feminista llevando un cartel diciendo: «Yo también soy adúltera». Esta vez no pudo ser. Pero las feministas tenemos muchas manifestaciones programadas. Otra vez será.

Este artículo se publicó originalmente en el Nº 19 (febrero de 1977) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.

Este artículo se publicó originalmente en el Nº 19 (febrero de 1977) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.