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ARTÍCULO

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OCTUBRE 1979

Partido Radical Italiano: Mau-mauando al compromiso histórico

Partido Radical Italiano: Mau-mauando al compromiso histórico

J. LOSILLA

Fue la vedette en las pasadas elecciones italianas. Es el Partido Radical de Marco Panella que ha sentado a 18 diputados y 2 senadores en el Parlamento, dispuestos a pasarse por la entrepierna cualquier forma de compromiso histórico y a dar la batalla por la ecología, el antimilitarismo o la homosexualidad como lo hacen a diario en la calle junto a los demás radicales. Un grupúsculo de 2 500 miembros con una estructura antiburocrática y la desobediencia civil como método. AJOBLANCO viajó hasta Milán y observó de cerca el extraño fenómeno.

Casi a ritmo de reggae —el rasta Peter Tosh acaba de terminar su concierto en Milán— subimos las escaleras del número 15 de Porta Vigentina hasta un desordenado piso cubierto de carteles y papeles amontonados. Es la sede del Partito Radicale, compañero de edificio, que no de viaje, del Socialista. La entrevista se desarrolla mientras un grupo de homosexuales celebran una asamblea. Al comenzarla, la tentación de preguntar qué pasa con vosotros, tíos, que avanzáis como la lepra, es difícilmente resistible. «En 1976 hay un avance electoral del Partido Comunista que ya se inició en el 75 cuando las administrativas. La opinión es que esto sucede como consecuencia del referéndum sobre el divorcio en 1974 y son votos contra la Democracia Cristiana. Lo que ocurre es que, más tarde, entre 1976 y 1979, al producirse un acercamiento entre esos dos partidos la gente ve que el PCI no cumple sus promesas y se siente defraudada. Y esos votos que pierden los comunistas van a parar, en las elecciones de este año, al Partido Radical». Por obra o por gracia del PC, lo cierto es que 1 295 362 votantes italianos optaron por el puño y la rosa —anagrama cogido del PS francés— de un partido sin referente ideológico, con unos fundamentos sacados del socialismo utópico y de principios liberales: «Queremos la libertad y el progreso; pero no el de una sociedad conservadora sino un progreso socialista hacia la autogestión. Estamos por una sociedad laica que sin romper con el catolicismo lo haga con la Democracia Cristiana». Difícil definición, que os obliga a recibir toda una letanía de insultos —incluso el de fascistas— de parte de vuestros adversarios políticos.

Pero definiciones aparte, el afianzamiento de los radicales quizás haya que buscarlo aquí: en esta Italia donde el poder del PCI ha impregnado la vida política de las tradiciones de la Tercera Internacional, ellos se permitían ser los defensores de los derechos cívicos y del Estado de Derecho sin temor a ser tratados de «cerdos burgueses». No hablaban de las últimas luchas del metal sino de sexualidad, antimilitarismo, ecología, etc; frente a la izquierda italiana de después del 68, impregnada de obrerismo, consideraba secundarios. Una lucha por la vida cotidiana con métodos no violentos en un ambiente en el que no había discusión por la no violencia sino por la violencia reaccionaria o revolucionaria. «En los dos últimos años algunos grupos extraparlamentarios han asumido la lucha en otros frentes que no sea el obrero, pero nosotros somos el primer partido libertario que toca ciertos temas. No se puede hacer política sin homosexuales, feministas, etc. Somos el único partido que lo hemos dicho abiertamente porque no estamos ideologizados».



La entrevista se interrumpe unos momentos para resolver algún problema sobre la marcha. «Scusi». Los radicales hablan rápido, como queriendo que nada se les olvide. Les menciono la desobediencia civil. «Nuestro método de lucha es la desobediencia civil porque pensamos que el Estado es más fuerte y no podemos combatir con él en el terreno de la violencia institucional, la violencia de la Ley». Dos acciones destacan en la lucha no violenta: la efectuada por la legalización de las drogas blandas y la llevada a cabo por la derogación de la Ley Real. La primera adquirió tintes divertidos: Marco Panella reunió un día a la prensa y a la policía y ante ellos se lió y fumó un canuto de hachís. Panella fue detenido, con la consiguiente sorpresa del personal, que no entendía cómo podía encerrarse a una persona por fumar un simple porrete. Al ser puesto en libertad, Panella exigió la de aquellos que habían sido detenidos por el mismo delito. El Partido Radical consiguió una nueva ley sobre drogas blandas que no es la panacea pero representa un paso importante. «La Ley Real es una disposición sobre orden público que posibilita a la policía el poder disparar para evitar, por ejemplo, un robo. Hicimos una campaña por la abolición de esa Ley y sacamos unos carteles con la foto de un policía y la leyenda “tú no eres un asesino”. El cartel fue secuestrado y estuvieron detenidos un grupo de manifestantes radicales. Al final no se abolió por la oposición del PCI y de la DC, pero se dio publicidad al hecho y se puso de manifiesto las diferencias existentes entre los electores del Partido Comunista, pues algunos de ellos firmaron por la derogación de la Ley Real».

Una de las formas de lucha preferidas por los radicales es la convocatoria de referendums —aborto, divorcio—. A veces no se consiguen los objetivos pero facilitan el contactar con la gente y el informarle directamente del problema. Pero además de la calle está el Parlamento: extraño lugar para unos radicales propensos al extraparlamentarismo. «Es otra forma de lucha. Allí se puede interpelar, provocar referéndums… Además, en la pasada legislatura lo hicimos y lo repetiremos en la actual, seguimos la táctica del cambio de diputados que es algo que permite la Constitución italiana. Por los cuatro escaños que obtuvimos fueron pasando diferentes personas para demostrar que ser diputado no es una profesión y que se puede hacer política fuera del Parlamento». Lo cierto es que los radicales se comportan en cámara de fabricar leyes como los samoanos que describe Tom Wolfe: interpelando, provocando, mau-mauando al parachoques del Compromiso Histórico. Se dijo en Italia que la reglamentación parlamentaria era «inadecuada» para hacer frente al obstruccionismo radical; que era tolerante con las minorías, visto el abuso que era posible hacer, como lo demostraban los radicales. Además, como los diputados del resto de los partidos no acostumbran a ir a las sesiones más que para votar, no es de extrañar que los radicales subrayaran este hecho comenzando así algunas de sus intervenciones ante la sala vacía: «Señor presidente, señores taquígrafos…». Un dato: en la pasada legislatura los diputados radicales batieron todos los récords de intervenciones con una media de 162 cada uno frente a una media de 5 para la DC y de 4 para el PCI.



Barcelona, septiembre de 1977. Marco Panella lleva a cabo una huelga de hambre durante cinco días para conseguir la libertad de tres objetores de conciencia encarcelados por el Gobierno Español. Más tarde, al finalizar el ayuno voluntario, hablaría con el Presidente del Congreso de los Diputados para pedirle que el derecho a la objeción de conciencia fuera reconocido por la Constitución Española. «En Italia ha sido una de nuestras batallas. Al final conseguimos una ley, en el 72, que permite hacer veinte meses de servicio civil por un año de mili. No es una ley buena pero es el principio de una lucha, el reconocimiento de un derecho». De cualquier manera, el servicio civil es el primer paso para la conversión de los cañones en mantequilla, pues el antimilitarismo es otra de las preocupaciones radicales: «Estamos por el no aumento de la clase militar, por su disminución y su posterior desaparición como objetivo final. A nivel internacional abogamos por la eliminación de las bases militares —el general sale a exterminar a Charlie Cong— y por que Italia salga de la OTAN. Apoyamos, en este sentido, la propuesta de Ceaușescu de crear en Europa una zona no militarizada y la eliminación de la OTAN y del Pacto de Varsovia para que la industria militar devenga en industria civil».

Italia, para no ser menos, tampoco se priva de planes energéticos nucleares y en estos momentos ya tienen dos en funcionamiento. Pero al contrario de lo que ocurre en otros países, el movimiento ecologista italiano está muy disperso y poco organizado como tal movimiento. El Partido Radical, puesto a recoger a los parias de la tierra, no se olvida de los ecologistas: «La gente no quiere las nucleares y existe una continua oposición a ellas. La legislación al respecto no está nada clara y, por lo tanto, hay que seguir la política de oposición por zonas; es decir, cuando quieren instalar una central en un determinado sitio hay que oponerse hasta que decidan su ubicación en otro lugar para seguir luego oponiéndose en el lugar elegido y así sucesivamente. Habrá que esperar a que la normativa sobre el tema nuclear esté unificada y entonces será el momento de plantear un referéndum sobre el tema».

La tarde va cayendo sobre un Milán que respira marcha por todos los poros. Canale 96 y Radio Popolare, dos de las cinco emisoras libres de izquierda que existen en la capital, comentan el convenio del metal. Hablamos de los extraparlamentarios, que un buen día decidieron presentarse a las elecciones con los radicales, como Mimmo Pinto y Marco Boato; de otro candidato, Leonardo Sciascia, relacionado con el caso Moro… «Mucha gente de la extrema izquierda nos ve como un partido de desclasados y pequeñoburgueses. Lo que no quieren ver es que somos un partido autofinanciado, con pocos militantes pero con mucha gente que trabaja con nosotros; un partido sin burocracia que celebra congresos sin delegados cuando es conveniente el cambio de dirigentes o es necesario debatir cuestiones importantes y al que todo el mundo puede asistir y dar su opinión aunque no sea militante, pagando mil liras de inscripción». Subimos a ver a los radicales a ritmo de reggae y bajamos con vibraciones folk en el cuerpo. Un festival de música celta nos espera en las afueras de Milán.

Este artículo se publicó originalmente en el Nº 49 (octubre de 1979) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.

Este artículo se publicó originalmente en el Nº 49 (octubre de 1979) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.