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ARTÍCULO

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FEBRERO 1980

Malasaña: el barrio de la basca madrileña

Malasaña: el barrio de la basca madrileña

JOSÉ MANUEL PITA

¡Pasen señores, pasen! Oro y lechugas para un Madrid que bosteza calles sin brillo, y en eso estamos todos: bohemia del neón y flipe de buhardilla. ¿Nos vemos? A las siete en Malasaña: ¡oh! ansiado frenesí en la calle de la moda…

¡Coños y cojones!, hay que entender que la podredumbre vital se viene manifestando por las calles madrileñas, ¿o no? Puedes, quizá si te sientes seguro de ti mismo, escapar hacia esas calles estrechitas que recorren los pasotas y navajeros madrileños o gente de/en viaje. A la sombra de la decadencia inversionista, el nuevo espectáculo aterra sus garras hacia un barrio que bien puede convertirse o llegar a ser el latino parisien: Malasaña, o barrio de pasotas. Abren la brecha, años atrás, los del gran montaje Drugstero (tienda de drogas) —hoy hundido y cerrado—: copas a todas horas, salvo las lógicas y propias de limpieza; y un contundente cuerpo privado de «plasta» (antigua «pasma»).

En torno a sus calles, viejas y adoquinadas o asfaltadas, se agolpan bascas estudiantiles y élites pseudointelectuales, junto con anarcopasotas, marginados y mendigos; todos ellos atraídos por viejas casonas con sabor antiguo, balcones y alquileres baratos.

La calle de la Palma, con su Central de hierbas de todo tipo y semillas sin descascarillar, vende integralmente, llenando estómagos con pocas pelas, motivando el resurgir del más estricto vegetarianismo (que algo tiene que ver con vegetar). Cerca, la vieja Casa de Comidas —y su doncella-computadora a la hora de encargar variados platos— ofrece almuerzos cotidianos a todas las personas, sin siquiera tomar apuntes.

Con el tiempo, esos jóvenes avispados y con ciertas ideas fraternales reciben dineros y plusvalías paternas, pudiendo —algunos— realizar su más viejo sueño dorado: abrir un PUB a la inglesa u holandesa, que son los grandes centros de reunión y escancie alcohólico. Surgen por doquier las alcoholeras, gran milagro del pequeñito capital de la pequeña burguesía joven y dinámica. Con nombres de cafés: el Ruiz, o esotéricos y pretenciosos: el desaparecido Antro más distinguido, o castizos: Manuela (aquella vieja, ruda y castellana causante de múltiples frenesís en la posguerra). Estos centros van atrayendo a todos aquellos que hoy en día pueden permitirse el lujo (grande, por cierto) de llevar una vida un poco bohemia: profesionales del Derecho, del Cine, el Teatro, maniquíes, periodistas…, o sus estudiantes. Con ello, se desplaza —para dejarlo en manos de dieciañeros— el anterior gran cogollo: Aurrera, alias «el hoyo» en el argot y por su profundidad sobre el nivel del suelo.

Por supuesto, esta lúdica invasión no es vista con muy buenos ojos por los inquilinos asentados o propietarios de siempre, temen por su tranquilidad y cambio de faz de un barrio antes repleto de pequeñas tiendas pseudoartesanales, mitad Rastro, mitad vida; que encierran la decadencia y preciosidad de ese Madrid con todavía sabor extemporáneo, frente a las grandes moles edificadas a la sombra y cobijo de la especulación del capital dictatorial. Poco a poco, sin embargo y sin remedio, va cuajando la difícil convivencia de ancianos y jóvenes inquietos, con un poco de cultura POP o NAIF entre las piernas y abiertos a nuevas coas, nuevas ideas y formas vitales.

Puntal de referencia lo es la Cooperativa Spiral de la calle Velarde, cuya orientación —un tanto desquiciada de elementos electrónicos— intenta producir sonidos deliciosamente bajos de precio.

Dragones Rojos, cubatas y La Vía Láctea

Todo ello impulsado dentro del mundillo de la droga —más bien la «blanda»—. El mercado negro actúa impunemente, chocolate o hachís se vende en esa placita que conmemora gesta contra galos y en la que desembocan nada menos que seis calles (San Andrés, Velarde…), como caminos de vida diferente, y que ofrecen un pequeño cobijo monetario a esa multitud de parados que engrosa las cada vez más amplias listas del INE., víctimas de la decadencia sistemática de esta sociedad, capital del consumo. El sistema a veces es arriesgado:

—«¡Choco, choco!», grita Patrix desde su larga cabellera rubia; apenas tiene tetitas, pero gracias a la reforma del Código, el civil, DISPONE libre y responsablemente de su cuerpo: ventajas de la democracia. Aun arriesgándose a que su interlocutor sea uno de esos sociales controladores de vuelos y viajes.


El beneficio será mayor o menor, según su situación ránking dentro de la cadena. Pensemos que en Marruecos, por ejemplo, un gramo de hachís puede costar 20 o 30 pesetas, y ese mismo gramo convenientemente mezclado alcanzará la cifra de ¡hasta las 300 castas pelas!, ni Rockefeller lo soñaría. Igual pasa con el ácido, que más bien bordea los fármacos (estricnina y anfetaminas) que con el LSD auténtico; el grito es distinto: «¡Micropuntos o Dragones Rojos!».

Por supuesto, el mecanismo represivo no es indiferente a la situación. «¡Qué escándalo, nuestros hijos se drogan!»: Tabaco, alcohol, hachís, marihuana, LSD, anfetaminas, Artane (fármaco adrenalínico), cocaína (siete billetes por gramo) y la Reina: heroína, que aparte de destrozar el «coco» cuesta nada menos que quince lechugas por gramillo. Ni el oro, ¡ánimo inversores, dejen ustedes la Bolsa decadente!

La única manera de poder consumir habitualmente es dedicándose al comercio, y así el mercadillo galopa en expansión como ocurre con las grandes cadenas comerciales y yanquis de la cosmética internacional. Nadie tiene un duro, pero todo el mundo puede tomar una cerveza, o un «cubata»; si no, alguien invita.

Lugares de distraction posdemocrática

Cada PUB va tomando su propio sello, aunque tras sus puertas se evita al máximo el que se consuma droga («Es un enorme riesgo, y sería una pena que nos cerraran»): El Armadillo, pionero dentro del grupo y hoy refugio de maricones. Aurora, junto a la Comisaría de la Luna, élite intelectualoide y actuación de gente cachonda y divertida (todavía recuerdo a Clavel y Jazmín). Manuela, que de vez en vez sorprende con un buen grupo de jazz, como los Hot Club. Albahaca y su hermosa camarera. La Sastrería, con tres preciosas sastras en el arte de confeccionar bucólica, y que cuenta hoy con recientísimo friegaplatos. La Vía Láctea, reina pretenciosa de la inversión, ¡más de quince kilos! y con toda clase de medios diversionistas, ¡¿cuándo abrirán el grill o parrilla española?! Bugatti, de ambiente retrocamp, dulce y tierno a todas horas. El Farol Rojo, el de la última copa. Plaxtiko y sus problemas de aislamiento acústico resueltos a base de plastiquitos negros, lana de vidrio y Mecalux (soporte de botellería)…, y un largo etcétera que quizás mañana se incremente en uno más. Aunque a las dos de la mañana: ¡a deambular!, todos cierran.

En realidad es el después de la Dictadura, es el mundo de la «libertad» democrática, y Madrid no tenía su Picadilly. Al poder. Gobierno, congéneres y partidos, les interesa el asunto: supone una forma de controlar a esa odiosa juventud siempre rebelde; y a los padres también, las reuniones y guateques (¡aquellos viejos bailes!) ya no se hacen en las casas, que así no se estropean, y los chiquitos salen la calle. A la par, produce pingües beneficios, ya que el consumo alcohólico es bastante elevado y los niños jóvenes han aprendido a buscarse la vida entre los matorrales de la ciudad. Y, por qué no, es a su vez plataforma de creación de grupos musicales y artísticos; que aún un poquillo importados, pero a la española es posible que den lugar a toda una nueva generación del ochenta y ocho. ¡Ojalá!, ¿quién sabe?, así las editoriales se frotarían también las manos, y las casas discográficas, y las compraventas, y…, y…, con añoranza subsiste Pepe Botella y su exquisita crema de puerros.

Este artículo se publicó originalmente en el Nº 52 (febrero de 1980) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.

Este artículo se publicó originalmente en el Nº 52 (febrero de 1980) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.