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ARTÍCULO

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MAYO 1977

Salud, indianos, los que estamos en las praderas os saludamos

Salud, indianos, los que estamos en las praderas os saludamos

FERNANDO MIR

El mayo del 68 es un tema que al Ajo siempre le ha interesado mucho. En el número 9 (febrero 1976), publicamos dos páginas que, bajo el título de «Y los muros hablaron…», recogían fotos y gaffitis de aquellos hechos («¡La calle vencerá!», «Civismo rima con fascismo», «Corre, camarada, el viejo mundo está detrás tuyo», «La economía está herida, ¡que reviente!», «El sueño es realidad», «Sed realistas, pedid lo imposible»; «El derecho de vivir no se mendiga, se toma», «La barricada cierra la calle pero abre el camino», «Decreto el estado de felicidad permanente», «Un policía duerme en cada uno de nosotros, es necesario matarlo», «Cada uno de nosotros es el Estado», etcétera).

Más recientemente, en el número 20 (marzo 1977), publicamos seis páginas sobre el mismo tema («Nuestra comuna del 10 de mayo», por Daniel Cohn Bendit, y «¿Por qué luchamos?» por el Movimiento 22 de Marzo).

Casi nueve años después, los últimos sucesos de Italia nos han hecho recordar el mayo del 68. Entre ambos movimientos hay grandes diferencias, como podrás comprobar a través de la lectura de estas páginas; sin embargo, algo tienen en común: ese aire de revolución vital, la utopía de una vida nueva enfrentada a los autoritarismos de derechas e izquierdas, ese aprovechamiento de la ocasión de una revuelta para gritar los sueños que muchos llevamos dentro…

Mayo-68, Italia-77… Tal vez lo de Italia (lamentamos no disponer por ahora de graffltis y fotos más elocuentes) quede postergado también al recuerdo. Tal vez tengamos que esperar todavía algún tiempo, pero el hecho claro es que por mucha represión que se le oponga, por muchos letargos que se le impongan, el movimiento es muy fuerte y está latente, es como un volcán en silenciosa actividad, que cualquier día puede reactivarse.

No es una revolución, majestad, es una mutación.

Nanterre


Las reservas universitarias

Los jóvenes universitarios italianos están viviendo, desde hace más de un mes, una nueva situación que hace pensar en un retorno al mayo del 68 francés: la misma violencia estudiantil como respuesta a las provocaciones de la policía y las burocracias sindicales y políticas. Pero realmente quizá todo es un poco distinto, porque diez años de historia han cambiado muchas realidades.

Conviene recordar que el 68 había agrupado en las plazas a jóvenes estudiantes, obreros, intelectuales y mujeres, que durante años habían intentado oponerse a las medidas autoritarias que el gobierno quería imponer. También en aquellos días de mayo la violencia policial encontraba una respuesta adecuada en los enfrentamientos callejeros, en las barricadas, los cócteles molotov que los jóvenes empezaban a usar.

En resumen, el mayo 68 fue como un detonador —tal como lo fueron los provos en Holanda— que hizo explotar mil contradicciones en todos los países y en todas las clases sociales, incluso en los partidos políticos y en los sindicatos. Y de aquel mayo surgieron por millares los grupitos «extraparlamentarios» o izquierdistas, que empezaron a construir una «nueva» oposición más allá del puro reformismo de los partidos llamados de izquierda.

Hoy, en Italia, las cosas son diferentes. Un movimiento estudiantil (recuérdese que en mayo del 68 las ocupaciones de las fábricas fueron muchas, y hubo una participación del movimiento obrero muy distinta de la que hemos visto hoy en Italia) que ocupa, en febrero del 77, muchas universidades en todas las ciudades italianas. ¿Por qué? Una vez más, para protestar contra un proyecto de reforma (Malfatti) que prevé el aumento de la duración de los estudios, la limitación de los cursos y la selección de la licenciatura por los estudiantes, y el aumento del coste de los estudios.

El Gobierno Andreotti, con el apoyo del PCI (conviene recordar también que el Gobierno monocolor de la Democracia Cristiana se mantiene sólo gracias al apoyo externo y constructivo del Partido Comunista Italiano), intenta pues, con la ayuda de los sindicatos, frenar la inflación de los inscritos en las universidades. Universidades que no son otra cosa que auténticas zonas de aparcamiento para los jóvenes (sobre todo en el sur), que no pueden encontrar trabajo, o por lo menos algo que hacer. En Italia hay cerca de un millón de estudiantes universitarios, con un alto porcentaje de jóvenes de origen popular. Ellos reclaman, ante todo, trabajo, presalarios, alojamiento… De qué sirve el título universitario, se preguntan. En Italia hay más de seiscientos mil diplomados a la búsqueda de un primer empleo. Todo el mundo reconoce la necesidad de una reforma. Pero la propuesta por Franco María Malfatti, ministro de Educación, ha exasperado todavía más los ánimos de los puteados estudiantes. Y he aquí que las inaceptables condiciones ofrecidas por el Gobierno son rechazadas por el movimiento estudiantil, sin agruparse en ningún organismo unitario, pero que se expresa en conjunto contra la susodicha reforma.

«No fumaremos más la pipa de la paz con los casacas grises»

Milán, 7 de diciembre. El centro de la ciudad era un búnker protegido por 5 000 policías llegados de todo el norte de Italia, más las brigadas especiales antiterroristas: un despliegue de fuerzas sin precedente. El objetivo era defender la premier de la ópera Otelo en la Scala. (Ya en 1968, mil estudiantes situados frente a la Scala bombardearon con huevos podridos a los elegantes espectadores). En esta ocasión, los contestatarios eran los «Círculos de la Juventud Proletaria», que consideraban una provocación que las mismas gentes que les piden sacrificio tras sacrificio para salvar la economía italiana pagasen unas cantidades astronómicas (100 000 liras la entrada) para asistir a la representación.

Tal vez los precedentes se encuentren un poco antes; el 31 de octubre, cuando unos seiscientos jóvenes de los «Círculos de la Juventud Proletaria» se apropiaron de un paquete de entradas de un cine en el que proyectaban 1900, de Bernardo Bertolucci, cuyo precio era de 2 500 liras cada una, y las vendieron al «precio político» de 500 liras. Mucha mayor repercusión tuvieron las acciones de AUTONOMIA OPERAIA, que organizaron «reapropiaciones» en detrimento de grandes almacenes, comerciantes y cafés del centro de la ciudad. A la semana siguiente, los círculos de la periferia de Milán y de sus ciudades satélites tomaron contacto con los círculos más politizados de la ciudad vieja, decidiendo juntos una acción parecida a aquélla. Así, el domingo 7 de noviembre, fueron 3 000 los que se reunieron en la Piazza Vetra, cogiendo por sorpresa a la policía, que se preparaba para una operación rutinaria. Irrumpieron en cinco cines, formando luego una manifestación de 4 000 personas. A consecuencia de esto, se les propuso una reducción en el precio de las entradas en las sesiones matinales. La respuesta fue una nueva manifestación, esta vez de 52 círculos de juventud de Milán, con sus banderolas de los más llamativos colores y diseños, presididas por el emblema apache (un hacha de guerra), banderas con guitarras, las banderas rosas y floreadas de feministas y homosexuales, etc…


El movimiento es contradictorio, sin homogeneidad aparente, compuesto por jóvenes que «quieren encontrarse juntos» y que rechazan tanto la izquierda tradicional como el mimetismo de la extrema-izquierda. Un movimiento radical que prefiere desfilar detrás de banderas presididas por un hacha de guerra, antes que de banderas rojas. Un movimiento marginal, pero popular que ocupa casas, convirtiéndolas en lugares de encuentro, en «centros de lucha contra el trabajo negro» y «centros de iniciativas culturales», que ocupa iglesias para hacer de ellas salas de baile, que improvisa manifestaciones para limpiar la ciudad de carteles de films porno (las feministas), que lucha contra los estragos de la heroína, pero que no rechaza las drogas, que trata de conjugar su rechazo a los valores de la sociedad italiana con su aspiración a otro tipo de vida…

«Manifiesto de los círculos de la juventud» (Llamada al Congreso Nacional)

«Lo que hacemos: contestamos a las tentaciones revisionistas, practicamos las ocupaciones, las autorreducciones en los cines. Luchamos contra la heroína, contestamos la cultura burguesa, denunciamos el desempleo de los jóvenes, el trabajo negro y la sobreexplotación del trabajo precario.

»Queremos: más creatividad en los lugares de trabajo y en los barrios, una crítica más fuerte del viejo militarismo, la satisfacción de nuestra necesidad de ser cualquier cosa, de nuestro deseo de desempeñar nuestro rol. La tribu de marginados, freaks y jóvenes proletarios de toda Italia avanza sobre Milán.

»Dos días de juego, discusiones, música, etc…, la sed de vivir, de cambiar todas nuestras experiencias. Hemos bailado largo tiempo alrededor del gran tótem durante la estación de las fresas. Hemos atravesado las verdes praderas, hemos visto las grandes montañas y hemos recorrido sin tregua los caminos para ver finalmente el gran estanque salado en la estación de los colores cálidos.

»Ha llegado la estación de las lluvias, que confunde los colores. Necesitamos calor: tenemos necesidad de seguir unidos para vivir nuestra alegría durante la estación fría.

»Los casacas grises nos lo han negado todo. Nos acosan. Nos destrozan a través de sus ojos secos. Quieren perdernos en el caos de esta ciudad. Abren sus grandes hocicos de puerco para engullirnos en sus vísceras podridas de ghettos.

»Pero el viento de nuestra desesperanza soplará sin tregua en el oído de los chaquetas grises. Nuestra ira removerá sus cerebros de hierro blanco. Su terror tomará los colores de nuestra ternura.

»Su desprecio aumentará nuestra fuerza, su presunción les perderá. Hemos desenterrado el hacha de guerra.

»No fumaremos más la pipa de la paz con los casacas grises».

El Lama contra los indios

El uno de febrero los fascistas asaltan la Universidad de Roma, mientras se estaban realizando asambleas contra la reforma Malfatti. Ante la respuesta de los compañeros, los fascistas disparan hiriendo gravemente a un estudiante. Al día siguiente, una manifestación estudiantil procedente de la Universidad prende fuego a la sede fascista de Via Sommacampagna, conocida por ser el punto de reunión de muchísimos esbirros, pero un coche de las escuadras especiales de la policía interviene en la cola del cortejo y con una ráfaga de ametralladora hiere a dos personas más. El 3 de febrero se ocupa la Universidad de Letras, mientras el PCI recubre la ciudad con manifiestos contra los fascistas y los «VIOLENTI». Al día siguiente, 4, en la facultad de Derecho, en el curso de una asamblea general, estudiantes y algunos trabajadores achican y expulsan a los cuadros sindicales y del PCI. El 5 de este mes se prohíben manifestaciones destinadas a pedir la libertad de los dos compañeros heridos y arrestados, se efectúan registros y se arresta todavía a nueve personas (dos de las cuales serán condenadas en juicio sumarísimo a un año y seis meses de arresto mayor, por hallazgo de botellas incendiarias en sus domicilios).

El 7 de febrero se derriba la puerta del rectorado; los estudiantes se reúnen en el aula magna reivindicando la voluntad de apoderarse de la plaza contra las provocaciones de burócratas y policías. En toda Italia, mientras tanto, se ocupan diversas facultades. En todas las asambleas se evidencia el aislamiento de los reformistas y la violencia del ataque que los estudiantes quieren efectuar contra la reforma Malfatti. El 9 de febrero, el PCI con una decena de militantes intenta «liberar» la facultad de Química; la respuesta de los estudiantes es inmediata y castiga a los «Provocadores sedicentes comunistas».

El 15 de febrero doscientos escuadristas del PCI derrumban los piquetes de rebeldes universitarios y se «reúnen» en asamblea en la facultad de Derecho de Roma. El 16 de febrero, en base a los hechos del día anterior, y en previsión del comicio de Lama —secretario general de la CGIL (comunista), el sindicato numéricamente más importante— que debía efectuarse el día 17, se condena la venida del sindicato. Cerca de 2 000 individuos, con la tarjeta del servicio de orden de la triple CGIL, CISL, UIL (desde hace algunos años los tres sindicatos hacen manifestaciones unitarias y toman posiciones comunes de cara a la unificación…) ocupan militarmente la Universidad, borran los escritos de los compañeros, y se alinean en orden de batalla contra los estudiantes para intentar, incluso a través de la intimidación de su servicio de orden (2 000 individuos), que los estudiantes aceptasen una moción que acabará con el movimiento de huelga y de ocupación. Moción aprobada tan sólo por una facultad en toda Italia.

Los «autónomos» intervienen en las asambleas con sus necesidades reales, sus ganas de vivir mejor, las ocupaciones de casas, la negativa a prestar su propia vida a cambio de un salario. «Salgamos del ghetto. Reconquistemos la ciudad». Asambleas dentro y fuera de la Universidad, fiestas salvajes, ocupación de la estación… «Estamos hartos de tener paciencia, en adelante seremos violentos».

La asamblea se convierte en fiesta. La fiesta se convierte en asamblea volante. Se empiezan a pintar maravillosos murales, se organizan audiovisuales, acciones teatrales en la ciudad, acciones de todo tipo.

La rabia de los estudiantes frente a la estúpida decisión de Lama no puede esconderse pese a haber decidido, en la asamblea general del día anterior, rehusar cualquier enfrentamiento físico. Por esto los estudiantes empiezan a corear sologans irónicos como: «idiota, idiota» o «Lama desnudo»; «Sacrificios-más horario, menos salario-grandes fatigas», etc. En este momento el servicio de orden carga contra los estudiantes, no pudiendo soportar tamaña humillación. Los encuentros son inevitables. Los autónomos, los de «Autonomia Operaria», se lanzan contra el camión-tribuna de Lama, obligándole a abandonar la Universidad. «En realidad, los que perturbaron mi discurso tienen como objetivo la democracia y los sindicatos, y no el proyecto de ley Malfatti o la reforma de la Universidad. Sólo nosotros estamos al lado de la Ley de Derecho». A lo que los estudiantes le contestaron con una serie de grafitis por todo Roma: «En Chile los tanques, en Italia los sindicatos».

Y fuera del campus, la nueva policía, es decir el servicio de orden sindicalista, se desfoga agrediendo a todos los que parecen «autónomos»: cabellos largos y rizos, barba sin afeitar, vestidos chillones y en «desorden», zurrón militar, etc…

Por la tarde le toca a la policía pagada por las arcas del Estado preparar el follón, aunque los compañeros intentan formar barricadas que serán incendiadas para retrasar la entrada de los «porci» (puercos). Finalmente, la policía entra en la Universidad, desalojándola con gran violencia, llegando a utilizar bulldozers para tal intervención. No hay arrestos. La CGIL intenta lanzar una huelga contra estos acontecimientos, pero no lo logra, en primer lugar porque los otros dos sindicatos hacen marcha atrás, y después porque muchos comités de fábrica no están de acuerdo. El movimiento, mientras tanto, se reúne en las otras tres facultades periféricas que todavía están ocupadas. Así, pues, el día 19, 50 000 jóvenes salen a la calle para demostrar que no quieren aceptar ningún compromiso histórico, ninguna mediación burocrática para resolver sus problemas: desocupación, ansias de vivir libremente, rechazo de cualquier autoridad, etc…

Indios, homosexuales, parados, autónomos…

He aquí, pues, una diferencia entre los jóvenes del 68 y los indios metropolitanos, las feministas y los exmilitantes de grupos izquierdistas. Los primeros eran tan sólo el inicio de la renovación cuantitativa y cualitativa del movimiento revolucionario, eran los primeros pasos, los que veían en Cohn Bendit y otros a los portavoces de aquella revolución. Hoy, los marginados del 77, los homosexuales, las feministas, los parados, los «autónomos», los anárquicos, no tienen ningún portavoz oficial, incluso han «prohibido», a veces, a cualquier compañero realizar entrevistas, hablar en nombre del movimiento. Esto se debe expresar solamente en las asambleas, en las calles, a través de las voces diferentes e importantes de todos aquellos que tienen algo que decir. Ninguna burocracia, ni tan siquiera simbólicamente. Ninguna vanguardia, sino la autonomía.

La práctica de la acción directa y las ideas libertarias impregna estos grupos, pero todo ello no puede definirlos bien. Y ellos mismos no intentan definirse, sino decir y hacer algo diverso. Veamos seguidamente lo que afirma uno de estos indios metropolitanos, que se dieron a conocer en Milán el invierno pasado por romper los cojones a los Borghesi —bajo las famosas galerías de Milán— . Estos indios, que quieren tener todo lo que necesitan y que bajaron a las calles de Milán para obtener la reducción en las entradas de los cines, hicieron horas de guerrilla para protestar contra un espectáculo en el más importante teatro milanés.

«Nosotros queremos destruir el mundo de la política seria, lo que no tiene nada que ver con la vida y la alegría. Estamos cansados de repetir Poder obrero cuando nadie quiere dar el poder a los obreros. El jueves pasado, en la Universidad de Roma, los militantes del PCI aceptaron proteger a Lama porque les dijo que ahí encontrarían fascistas para aporrear, pero escuchando nuestros slogans empezaron a sonreír, porque, a pesar de Lama, continúan siendo seres humanos. Es por esto que nosotros falsificamos los slogans, para hacer comprender que un slogan ya no es nada. No es sino un ruido. Nos puede ayudar a reír juntos, a fin de que hacer política se transforme en vida social; ya no basta con contarnos, es necesario cantar… queremos un trabajo humano, no alienante ni mal pagado. Un trabajo que nos deje tiempo para jugar y estar juntos. Queremos casas para todos, casas abiertas, espaciosas, casas sin angustias ni familias. Yo pertenezco a la «bajoburguesía», una nueva clase que es a la burguesía lo que el bajoproletariado es al proletariado. Mi padre es un pequeño funcionario, yo soy un desesperado… Queremos una sociedad que construya casas, no iglesias; médicos que hagan prevención, no postcura; obreros que sean artesanos, cooperativas artesanales en vez de fábricas… A mí no me gusta realmente el burdel, pero sé que es inevitable, que es el único modo de vivir humanamente en una sociedad donde el orden es la organización de la humanidad. La destrucción que predicamos los indios metropolitanos no es otra cosa que legítima defensa. Una defensa contra el mundo externo…».


Los autónomos que salen de los partidillos izquierdistas se expresan como este viejo militante de Lotta Continua: «La gente no conoce nuestra vida, nuestra soledad. Los adultos tienen mujeres, familia, niños. Todo esto me disgusta, pero es duro no tenerlos, se siente uno como un saquito de polvo a punto de explotar y de perderse en todas direcciones… Ni trabajo, ni dinero, ninguna perspectiva. La pareja está en crisis, nada de ternura. He aquí por qué nos jodemos todo el día, para no estar obligados a reflexionar, para no estar obligados a buscar cosas que no existen… Durante la ocupación hemos llegado a movernos todos juntos, a estar unidos, a reír, a luchar, y cuando la policía nos desaloje de la Universidad, la gente volverá a los cafés y a sus casas, para llenarse de nuevo con su mierda… Los que dicen Sois unos apolíticos me dan risa. La política ya no existe, si es que alguna vez ha existido. Antes había la ilusión de hacer política, y yo la tuve durante diez años. Hoy los jóvenes hemos entendido y hemos hecho explotar este cortocircuito de deseos. Y esto no es todo, ¿a mí qué me importa el PCI? Personalmente yo no hubiera tirado adoquines a Lama, el jueves 17 de febrero; mejor me hubiera subido a la tribuna, y lo hubiera abrazado y después besado. Porque ellos estaban buscando los adoquines y los esperaban. Pero un beso ardoroso le hubiera destrozado; es necesario destruirlo todo, sin tener miedo a nuestra propia locura…».

Y no podemos olvidarnos de las mujeres: «Durante estos últimos años de largas y duras luchas contra el Estado-macho, hemos aprendido a no hacer ninguna distinción entre trabajo y sexo. El self-help que practicamos desde hace tiempo nos ha conducido a rehusar de una vez para todas que alguien o un grupo sean los mediadores obligados de nuestro empleo cotidiano. Nosotras, las mujeres, somos las primeras marginadas en esta sociedad de mierda. Hemos escogido luchar solas o casi por el aborto, por un control de la mujer sobre el aborto, para obligar al médico a no rechazar la operación invocando la causa de la conciencia, etc… Paralelamente rechazo la identificación de mujer-madre, que lleva siempre a una doble explotación de la mujer, la de mujer-reproducción, que asegura la mano de obra en esta sociedad, y de la de la mujer supuestamente emancipada que debe hacer creer que la mujer no es la principal marginada. Por esto he participado en el movimiento actual, como mujer y también como parada, obligada a no someterse al trabajo negro… Me siento optimista; hice el mayo del 68 y fue la revolución de los privilegiados, hijos de papá. Febrero del 77, por el contrario, es principalmente la revuelta de los desesperados, de los parados de hoy y mañana, de los proletarios. Y continuará, estoy segura, aunque se necesite tiempo para cambiar las cosas».

«Francesco è vivo e lotta insime a noi»

¿Y después de los días calientes del frío febrero? Los primeros días de marzo vieron de nuevo las huellas de varios encuentros en Turín entre manifestantes y PCI, después de que los «autónomos» decidiesen expulsar a la Federación de Jóvenes Comunistas de la Universidad… En Roma también, entre la policía y los estudiantes, que salieron el sábado 5 para protestar contra la condena a 9 años de un joven estudiante: Panzieri, por complicidad moral en la muerte de un fascista en febrero del 75.

El 11 de marzo, tras algunos encuentros entre militantes de Lotta Continua y grupos católicos integralistas intervino la policía. Un lugarteniente de los carabinieri, bajando del Fiat 127, y arrodillándose, apuntó cuidadosamente su arma contra un grupo que escapaba: Francesco Lorusso cae al suelo, muerto.

La ciudad de Bolonia, roja (el Partido Comunista está en el poder desde la creación de la República, tras la Segunda Guerra Mundial), vivió una noche de cólera. Se levantaron barricadas, se incendiaron coches, se saquearon dos armerías… Cierre de la Universidad; los carros armados presidiendo sus puertas. Miles de policías y carabinieri ocupan militarmente la ciudad. Se cierra Radio Alice, acusada de haber transmitido minuto a minuto los sucesos de la ciudad. Se cierra asimismo Radio Ricerca Aperta, por haber permitido a una delegación del movimiento que hablara a través de su emisora. Decenas de heridos y cientos de detenciones. Bolonia está desde la muerte de Francesco Lorusso en estado de sitio. El domingo, cuatro mil policías patrullaban la ciudad, lanzando granadas lacrimógenas contra todo aquel que se ponía a su alcance. En TurÍn, el sábado 12 se produjo un atentado contra un policía, además de una manifestación de 4 000 personas. En Milán hizo explosión una carga explosiva en un cuartelillo de carabinieri. En esta misma ciudad se manifestaron ese día 10. 00 personas, con lanzamiento de cócteles incluido. En Milán, como en numerosas facultades de toda Italia, la ruptura entre las juventudes comunistas y la extrema izquierda se hizo patente desde el viernes por la mañana. La manifestación fue violentamente anti-PCI y antisindicalista. Se gritaban slogans como: «El PCI con el patrón, ésta es la auténtica provocación», «Sacrifícate tú, Lama, que a nosotros no nos da la gana». Pero la manifestación concluyó con enfrentamientos entre «Avanguardia Operaria» (grupo de extrema izquierda de tendencia leninista, muy fuerte en Milán y Lombardía) y «Autonomia Operaria» (zona de extrema izquierda que comprende numerosos «grupos autónomos» que rechazan toda dirección sindical y toda gestión externa de su lucha. Muy fuertes en Milán y Roma). Numerosas ciudades de toda Italia vivieron momentos de gran tensión: Módena, Palermo, Padua, Nápoles, Rávena, Cagliari, Varese, Florencia, etc…

La manifestación de Roma

En Roma, tras la expulsión del comunista Lama de la Universidad proclamaban: «Hemos cazado al general Lama, pero éste no será nuestro Little Bighorn». El ministro del Interior, siguiendo con la terminología india, manifestaba: «Nuestro país no se convertirá en el far west. No permitiremos que la Universidad se convierta en reducto de indios metropolitanos, freaks y hippies. Estamos decididos a emplear lo que ellos llaman formas de represión y que nosotros consideramos orden y legalidad democrática».

Hay en todo este movimiento una voluntad de «cambiar la vida» y al mismo tiempo una cierta desesperanza, como lo nuestra el nacimiento de los «Indios Metropolitanos». «El indianismo es un pretexto —dice un estudiante con la cara maravillosamente pintada — , mañana habremos desaparecido, o seremos mil tribus. No importa. Lo importante es que dentro del movimiento se hacen menos discursos, hay menos ideologías, más verdad, una nueva manera de hacer política y, finalmente, nuevas relaciones interpersonales».


El sábado, día doce de marzo, se reunían en Roma 50 000 personas venidas de toda Italia para la manifestación contra la reforma Malfatti y contra la violencia policial. La policía iba armada con la Beretta o el Winchester, dando paso posteriormente a las ametralladoras. La orden de disparar llegó al poco tiempo, directamente del Gabinete del ministro del Interior. Como respuesta, un grupo de Autonomia Operaria asaltó una armería muy bien surtida de pistolas, carabinas, cuchillos, etcétera…

Así llegó un momento en que sólo quedaban en la calle los que estaban armados. Los otros habían comprendido que la manifestación nacional del movimiento había terminado y que no se había logrado «tomar el centro», como se proponía; una vez más, la policía había sido más fuerte, pero lo que nadie podía sospechar fue lo que sucedió entre las 20 y las 23 horas en algunos barrios de Roma. La mayoría de las veces sin uniformes, en grupos de quince a veinte miembros de las brigadas especiales entraron en acción en calles y en la estación central de Roma, donde cientos de estudiantes esperaban el tren para regresar a sus ciudades. Las brigadas atacaban a no importa quién que tuviera el pelo largo, golpeándole duramente, y si alguno huía, disparaban. Todo, ante la impasible mirada de los carabinieri encargados del orden público de la estación.

Del Estado de Derecho al Estado de Policía

Tras los enfrentamientos de ese fin de semana quedó prohibida toda manifestación pública en Roma, al tiempo que se dictaban nuevas «normas» represivas. Italia pasó del Estado de Derecho al Estado de Policía: la ley autorizó a la policía a disparar «en caso de necesidad». «Concretamente esto quiere decir —señalan los juristas italianos— que si un policía ve a cualquiera corriendo por la calle con un saco en la mano, puede abrir fuego contra él afirmando que dado el lugar y la hora aquel hombre iba a cometer un delito».

En el texto sobre las nuevas medidas represivas del Gobierno se puede leer: «La policía puede arrestar a todo aquel sospechoso de cometer uno de los siguientes actos: insurrección armada, devastación, saqueo, guerra civil, catástrofe ferroviaria, secuestros de personas. Y a aquellos que no se identifiquen suficientemente o que sean susceptibles de poseer armas ilegalmente». Dicho en otras palabras: la policía puede detener a quien le dé la gana.

No obstante, la policía italiana está bastante mosqueada. «No somos carne de carnicería», dicen. Empiezan a preguntarse si no son víctimas de juegos políticos, a pesar de las flores que de todas partes les llueven. El poder, por ejemplo, se preguntan: «¿No estaría interesado en dejar que el clima se enrareciera un poco, ya que la protesta de los jóvenes está dirigida esencialmente contra el Partido Comunista y los sindicatos?».

Tras los últimos acontecimientos los partidos políticos, el Gobierno y los sindicatos se reúnen. El movimiento de los estudiantes, la parte más furiosa, los más duros, los más extremistas, los sin partido, aquellos que se visten con harapos, los que se pintan la cara, los que gritan por las calles slogans burlescos, las mujeres que no se quedan al amor de la lumbre, los parados que no hacen cola a la búsqueda de trabajo en una agencia, los homosexuales que se besan por las calles, dan miedo a los partidos políticos. En el último comité central del PCI, los grandes dirigentes históricos de este partido que se quiere «obrero» afirmaron que era necesario estar vigilantes y alertas contra estos «provocadores», estos locos que no saben adonde van, y que llegan a tomar las armas y a reírse de Lama y de Berlinguer.

¿Dónde encontrará el Gobierno BERLINGUOTTI (de Andreotti, presidente del Consejo de Ministros, y Berlinguer, secretario general del PCI) la fuerza para encarrilar esta nueva y dura ola de protesta? En Bolonia, la ciudad más roja de Italia, se vivió un auténtico estado de sitio. Uno de los slogans de los manifestantes era: «Bolonia es roja, por la sangre de Francesco». Frase rápidamente contestada por el alcalde de Bolonia (PCI): «Es un slogan infame, creado por gentes infames. Bolonia es roja desde hace treinta años, porque sus habitantes asi lo han querido». Ni que decir tiene que el PCI declaró estar convencido de que los incidentes de Bolonia estaban totalmente provocados. No fue excesivamente extraño que el mismo PCI organizara una manifestación en esa ciudad para el miércoles 16 de marzo, a la que por cierto se adhirieron también el Partido Socialista y la Democracia Cristiana, «como respuesta de la masa a las provocaciones de Bolonia y Roma del último fin de semana, y como respuesta también a la tentativa de minar la coexistencia civil y la Constitución que se esconde tras la agitación de estudiantes y marginados».

La gran prensa italiana, por su parte, cubrió sus informaciones de manera bastante sensacionalista y folklorista (sobre todo en el caso de los indios metropolitanos), y condenó duramente a «los extremistas de Autonomia Operaria, auténtico cabecilla del movimiento».


Bolonia amaneció, el día de la manifestación del PCI-DC-PSI, protegida por las tropas de ocupación: 4 000 policías, carros blindados y helicópteros controlaban sus calles con el fin de responder a los eventuales ataques de los «provocadores» de la Autonomia Operaria. Doscientas mil personas corroboraron con su presencia slogans tales como: «Contra la violencia y las provocaciones». «Por el orden y la seguridad democrática. Por la defensa de las libertades constitucionales. Por el respeto a la convivencia civil». Mientras, destacamentos de carabinieri, con su fusil ametrallador a la espalda y carros blindados, se iban concentrando en terrenos de la Universidad ocupada.

A modo de conclusión

La desesperación, la rabia de los jóvenes en sus formas más extremas, no son otra cosa que un termómetro. El Estado podrá llenar las prisiones, pero de allí saldrán jóvenes con más rabia todavía, y con la violencia acumulada de los tristes días pasados tras las rejas.

Ahora, el que verdaderamente quiera luchar contra la explotación, por una sociedad diferente, tendrá que excluir de su cabecita cualquier posibilidad de apoyo por parte de las fuerzas llamadas progresistas.

«La lucha continúa, y aunque estos chispazos de mayo 68 y febrero-marzo del 77 puedan parecer fuegos de paja, nos conducen ciertamente, y siempre con mayor conciencia, hacia el abatimiento de nuevas fronteras, hacia nuevas conquistas. La necesidad de vivir libres y de gozar de nuestro tiempo, del tiempo y del espacio, del amor, nadie puede destruirla en nuestros corazones, ni el Estado, ni los partidos políticos, ni las burocracias sindicales ni los pequeños partidos de la «izquierda más a la izquierda». «Nuestra lucha continúa en todos los momentos de nuestra vida…».

Tambores cercanos

El tam-tam nos llega por fin. Toda la violencia de nuestra oposición a un mundo, a una sociedad que nos hemos encontrado hecha y que nos jode de continuo sale ahora violentamente. «No es una revolución, majestad, es una mutación» que sale en un momento de lucidez con toda su expresión. Ahora somos violentos, al igual que en otros momentos fuimos mudos detractores de un tinglado que nada tenía que ver con nuestras historias. Pero de repente descubrimos que somos muchos. Sabemos que nuestra fuerza no es nada para cambiar toda una sociedad. Tal vez nuestra única salida sea irnos a una nueva tierra de promisión. Sin embargo, amamos nuestras ciudades. Lo suficiente como para pensar en crear nuestra nación dentro de una ciudad que nos margina, en un barrio, en unas cuantas casas de una manzana…

Mayo 68, Italia 77… cualquier ocasión es buena para lanzar nuestras voces y pedir lo imposible…

Quizá —no sabemos lo que queremos, pero sí lo que no queremos— sólo pretendamos demostrarnos que no estamos solos, que nuestra locura es compartida. Odiamos hacernos viejos. Nuestros cuerpos nos van traicionando día a día, pero nuestras mentes, nuestros sentimientos permanecen jóvenes, por mucho que se esfuercen las circunstancias en hacemos desarrollar nuestros mecanismos de agresión. Por mucho que se nos quiera hacer participar en un juego absurdo. Nuestro mundo es otro, y luchamos por su reconocimiento, lejos de normas, lejos de leyes, lejos de prejuicios, de convencionalismos y de chorradas… Sólo queremos que nos dejen vivir en paz nuestras vidas y que acepten que somos los únicos dueños de las mismas. Nosotros nos organizaremos si nos pasa por los huevos. Y si nos morimos, es problema nuestro. Por mucho que les joda a todos los sistemas del mundo, preferimos morirnos de golpe que poco a poco, angustiosamente, día a día, sintiendo que todo se nos queda viejo. Queremos, en resumen, VIVIR momento a momento, ser cada vez un poco más y no un poco menos, ganar vida en lugar de acumular muerte.

Exigimos nuestro derecho a pasar del Estado, del Tinglado, de la política, de la sociedad y de todo lo que queramos, sin que por ello se nos pidan explicaciones. Creemos en nosotros mismos, al igual que otras gentes puedan creer en organismos que para nosotros no son válidos. Esto es para nosotros el respeto a la persona.

Fuimos hippies, o nos sentimos hermanos suyos en un momento dado. Soñamos con California y con las flores, las músicas y su vida, hasta que el sistema nos lo ofreció todo comercializado. Nos emocionamos con el 68 y nos imaginamos las barricadas en nuestras calles. Nos pintamos las caras, dimos rienda suelta a nuestros sentimientos y vibramos con nuestra Italia-77. Y vimos que todo iba sucumbiendo, que el tinglado es demasiado fuerte como para no asimilarnos. Nos desesperamos una vez más al pensar que lo de Italia había sido un nuevo fracaso. Pero nos llenamos de gozo, finalmente, al comprender que Italia-77 significa un nuevo grito de una gente que nunca será asimilada, por más que el TINGLADO se lo proponga.

Enarbolamos una pancarta y llevamos grabado un solo grafiti en nuestros corazones: QUEREMOS QUE NADIE NOS IMPIDA SER NOSOTROS MISMOS.

Colaboraron en este trabajo: Mimmo G. Failla, Libération, Le Monde, Linus, A-Rivista Anarchica, 11 Marzo — Giornale dei non garantiti y otros. Traducción del italiano de Teresa Durán. Publicado originalmente en el Nº 22 (mayo de 1977) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.

Colaboraron en este trabajo: Mimmo G. Failla, Libération, Le Monde, Linus, A-Rivista Anarchica, 11 Marzo — Giornale dei non garantiti y otros. Traducción del italiano de Teresa Durán. Publicado originalmente en el Nº 22 (mayo de 1977) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.