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ARTÍCULO

ARTÍCULO

FEBRERO 1978

Conversaciones informales
con Ricardo Bofill

Acerca de la arquitectura, la creación y otras periferias

Conversaciones informales con Ricardo Bofill

Acerca de la arquitectura, la creación y otras periferias

PEPE RIBAS

Hay que resistir y hay que rebelarse, dicen algunos filósofos de pro. Por supuesto que quien esto hace no son los intelectuales, mayormente. Hay que rebelarse en arquitectura, dirán los arquitectos. Y ahí estamos. Conversando con Ricardo Bofill en su taller de arquitectura. Un taller que arrastra no teoría, sino obras conflictivas. Resiste y se rebela, por el momento. Con todas las contradicciones que quiere. Pero arquitectura es construcción, conflicto. Y ahí están.

La arquitectura, entendida como ocupación de un espacio cotidiano, necesita de una renovación y de una concienciación fuerte por parte del ciudadano. Vivimos en espacios arquitectónicos. No bajo los árboles. Es por ello que volvemos a dar la lata con el tema. Porque es algo de todos los días. Y todo aquello que nos es próximo —el cuerpo, la casa, la palabra—, está adulterado. Expropiado. Frivolizado. ¿Por qué? Aquí es donde empieza todo cambio radical. El día en que iniciemos la liberación de la violencia que representa el trabajo, la familia, la vivienda… la revolución estará en marcha. El día en que vivamos y construyamos una arquitectura distinta, la rebelión no será ya un deseo.

RIBAS: Para el público interesado en cuestiones de arquitectura tú eres el arquitecto del proyecto Les Halles, proyecto que te constituye como uno de los grandes de la arquitectura moderna. ¿Qué representa para ti ese tipo de arquitectura, fruto de la revolución industrial?

BOFILL: Creo que primero, si lo relacionamos con el proyecto de Les Halles, hay que hablar de lo que es para mí este proyecto. Es el final de mi época de taller. Es una obra de prestigio. Pero es, sobre todo, el darse cuenta de cuáles son todas las interferencias políticas en el campo de la arquitectura. Yo creo que el proyecto de Les Halles es interesante desde este punto de vista. Les Halles están en el centro de París, París es el centro de Francia. Es una ciudad que chupa toda la sustancia francesa. Gracias a esto existe. Es un lugar donde coinciden todas las contradicciones de la ciudad francesa. Coinciden los grupos políticos, naturalmente, del poder y de la oposición y los convencionales. O sea, los grupos políticos franceses fuertes: la UDR, los giscardianos, los socialistas y los comunistas. Con sus intereses y con sus contradicciones. Ahí coinciden, también, los grandes grupos económicos. Y ahí coinciden todas las discusiones culturales alrededor de lo que es y lo que puede ser la arquitectura. Entonces, para mí, el proyecto de Les Halles es, sobre todo, meterme en este tejido francés, que es un tejido en el cual prácticamente no hay espacio para la creación y para las nuevas ideas, y constatar, realmente, el funcionamiento del tejido. Ver si, con una determinada pretensión por mi parte, existe o no existe un determinado espacio para la creación dentro de una situación tan tremendamente convencional y tan tremendamente rígida como es la situación francesa. El significado profundo, pues, es una especie de batalla, una especie de lucha en la cual yo he aprendido a conocer los mecanismos del poder. No los mecanismos abstractos del poder, sino cuál es su funcionamiento real, cuáles son los hilos, cuál es el entretejido de información y de presiones y la manera de actuar de la democracia burguesa francesa para hacer que una obra como la de Les Halles sea para ellos una obra significativa. Dentro de esto, yo soy un elemento extraño, una especie de luchador que compruebo cuáles son exactamente los márgenes de libertad.

Dices que te interesaba mucho constatar qué espacio podía quedar dentro de toda la red de relaciones que hay en París para la creación. ¿Qué espacio puede quedar para la creación arquitectónica dentro de la red mucho más amplia de la sociedad industrial?

Yo creo que la arquitectura es un arte comprometido. En el momento que haces arquitectura, en el momento que construyes, ya estás adquiriendo unos determinados compromisos y, por lo tanto, de alguna manera, te estás comprometiendo con la estructura social que te rodea. Esto hay que aceptarlo de entrada. No existe una arquitectura fuera del sistema. Lo que existe, a través de la arquitectura, son pequeñas modificaciones o pequeñas alternativas o pequeñas anticipaciones al sistema. Pero estás prácticamente dentro de él. La arquitectura fuera del sistema es la arquitectura del dibujo y la del escrito. En el momento que construyes en un país democrático burgués como es Francia, como es Alemania, como es Inglaterra, aunque logres romper en algunos determinados momentos unos ciertos encuadres de la situación, estás seguro que más adelante vas a ser recuperado de una manera o de otra. Lo que puedes hacer es anticiparte a una determinada situación. Es romper ciertos hilos de unión en el tejido existente. Pero estás adquiriendo un compromiso con el sistema. Depende de la habilidad, depende del talento, depende de la capacidad que tengas, hará que esta tela de araña que tú estás forzando de alguna manera, tarde más tiempo en ser recuperada o produzca unas nuevas deformaciones en el conjunto. Pero sabiendo, de todos modos, que no ha habido ningún arquitecto, a lo largo de la historia, que en uno u otro modo no haya sido recuperado, si este arquitecto construye. Es así de trágico.

Tu arquitectura es una arquitectura de equipo. ¡Felizmente no eres arquitecto! ¿Cuál ha sido la trayectoria del taller de arquitectura desde la Ciudad del Espacio, silenciada por el franquismo, hasta hora?

A mí no me gusta ya volver atrás. La Ciudad del Espacio estuvo realmente prohibida por Carlos Arias, personalmente, porque para hacerla realizamos una especie de happening en el terreno. Este happening, que relacionaba la participación de la gente con la Constitución, se iba volviendo cada vez más fuerte, más grande, más gordo, y terminó porque Carlos Arias intervino directamente; mandó a la policía y además me hizo llegar un recado diciendo que si yo continuaba, no trabajaría más en el territorio nacional. Entonces me di cuenta de que había calculado mal mi propia fuerza y la fuerza del equipo. Creía que podía hacer pasar unas determinadas ideas en un determinado momento. Esto me sirvió para volver a pesar la fuerza real que tenía el equipo y el movimiento que se creaba en aquel momento.

A partir de la Ciudad del Espacio nos marchamos fuera de España. Aquí no se podía realizar esta experiencia.

Entendimos que no se puede hacer un modelo, una comunidad, llevando al límite una determinada idea que esté en contradicción con la sociedad en la que estamos viviendo. Lo aprendimos en aquel momento. Y cambiamos de estrategia. Dijimos: les vamos a hacer pasar nuestras ideas diversificándolas. En lugar de trabajar en un solo punto y hacer únicamente una sola obra en la cual metamos todas nuestras concepciones, y caer inmediatamente en el terreno de la utopía, esparciremos la concepción general que nosotros tenemos en partes. Vamos a construir, a proyectar, diversificando. A la gente que le interese podrá, así, recoger el conjunto de nuestras propuestas, hechas en distintos proyectos, y podrán volver a reconstruir y entender lo que nosotros queríamos decir. A partir de este momento entendimos cuál era el proceso de recuperación del sistema y le dimos la vuelta: puesto que el sistema nos va a recuperar de esta manera, mejor que nosotros sepamos de antemano cómo nos va a recuperar y trabajemos ya directamente en estos determinados puntos. Y esto es lo que prácticamente hemos hecho durante estos años en Francia, fuera de España. Lo subrayo: En lugar de intentar la construcción de un proyecto que esté en el límite, justo en la frontera entre realidad y utopía, lo que nosotros queríamos hacer es dividir esto en partes y proponer en cada uno de los proyectos la parte correspondiente. Proponer o hacer pasar esta parte. Este trabajo ha hecho que el equipo del Taller de Arquitectura, que hasta entonces trabajaba únicamente en un proyecto, se haya dividido, se haya compartimenltado. Y ha hecho que el mismo equipo esté compuesto de subequipos que trabajan en diferentes temas. Es la situación actual del Taller.

Hemos dado vueltas en torno a la Ciudad del Espacio, a la plaza de París. ¿En qué trabajáis actualmente?

Trabajando puntualmente en los temas, llegamos a la utopía muy deprisa. Cuando tú propones el tema de la vivienda, lo analizas y propones una alternativa para vivir. Inmediatamente caes en la utopía. Y caer en la utopía supone que no puedes construir. Sabemos perfectamente, en el terreno arquitectónico, dónde está la frontera de la posible y lo que no se va a poder construir nunca, o por lo menos en los próximos años. Sabemos, por ejemplo, que el problema de la vivienda te lleva al análisis de la familia. Sabes que si haces alternativas distintas a esta manera de vivir, si propones que la gente viva sola y, a partir de vivir sola, se una con quien quiera y de la forma que quiera, y esto lo traduces en términos de arquitectura y lo intentas construir, te lo van a prohibir en todas partes. Por lo tanto, el tema de la vivienda, si quieres realizarlo, puedes llegar sólo hasta un cierto punto. Cuando pasas a cualquier otro tema, en este mismo campo de la arquitectura, te va ocurriendo lo mismo. Te vas encontrando con unos frenos, que son los frenos de la situación social en este momento. Frente a esta situación, que es en cierta manera trágica, nosotros lo que hemos hecho ha sido ampliar el tema. Esto es, intentar ocuparnos de problemas más amplios y, automáticamente, por lo tanto, de problemas socialmente más complejos. Problemas de comunidades mayores. En la trayectoria del Taller, hemos ido pasando y ampliando la escala de trabajo: de la vivienda al barrio, del barrio al distrito, del distrito a la ciudad y de la ciudad al territorio. Los problemas en los cuales estamos ahora, son problemas de gran escala, problemas de territorio, que tienen que ver con problemas sociales y problemas económicos. Es la dimensión territorial. Y empiezas a tener contacto con problemas de otro tipo. Te empiezas a interesar por los problemas geopolíticos, por las relaciones de fuerza en el campo internacional, por cómo se mueven las guerrillas en África, por el territorio… Tu campo de trabajo y tu temática se desplaza hacia otros horizontes y hacia otros vectores.

Desde una idea inicial surgida como hipótesis de trabajo hasta su realización arquitectónica, el proceso creativo pasa por condicionantes técnicos, económicos, sociológicos, humanos, contradictorios… ¿Cómo trabaja, pues, el Taller?

El Taller de Arquitectura tiene la vocación de ser un equipo creativo. Por ello únicamente le interesan los temas y problemas nuevos, aquéllos donde tenga algo que decir y donde los demás no tengan nada que aportar. Ésta es una constante del Taller de Arquitectura. El Taller se coloca siempre no en competencia con otros grupos o con otros equipos o con otros individuos, sino allí donde considera que hay vacíos. Allí donde no ha habido un determinado trabajo, una investigación. Es éste el espacio que el Taller de Arquitectura intenta encontrar. Lo que nos horroriza —a mí personalmente me parece monstruoso— de la sociedad en la que estamos viviendo, es el estar en competencia para coger el mismo trozo. Pelearnos todos para coger el mismo pastel. Y acabas repartiendo el pastel, que es una cosa asquerosa. El pastel, no es para repartirlo. Es para tirarlo y volver a hacer otro. Desde el punto de vista interno, la organización del trabajo en equipo, en términos de creación, es enormemente compleja. Porque hasta ahora la creación es un proceso individual y no es un proceso colectivo. Pero en arquitectura y urbanismo, los problemas del territorio forzosamente dicen que un individuo no puede abordar el conjunto de una temática tan complicada, variada y distinta. Tan diferenciada. Se hace totalmente necesario el trabajo en equipo que para nosotros no es un divertimento. Probablemente entre nosotros nos odiamos y preferiríamos estar cada uno por su cuenta y solo. El trabajo en equipo en el Taller es una exigencia. Necesitamos trabajar en equipo.


Hasta ahora, y para decir exactamente cómo están las cosas, en este trabajo de equipo hay unas jerarquías. No es un trabajo en equipo democrático, en el sentido en que la gente lo entiende normalmente. No se reúnen alrededor de una mesa gentes completamente distintas y en donde cualquiera dice cualquier cosa sobre el tema. No. Se hace por lo que yo llamaría niveles de abstracción. Se pueden reunir alrededor de una mesa varias personas, para discutir un determinado tema, cuando los niveles de abstracción entre ellas son aproximadamente semejantes. Pero no hay modo de poder trabajar, al mismo tiempo, con una persona que esté enterada de cómo se diseña un mueble y con otra que te esté haciendo una propuesta a nivel de territorio. Funcionamos por reuniones colectivas, pero de gentes que tengan la misma capacidad de abstracción. Lo cual no es peyorativo. En principio, en el Taller, la gente cuando entra puede creer que hay un cierto tratamiento peyorativo para los que están tratando los problemas cotidianos, los problemas concretos de la construcción. Esto no es así. Todos los distintos equipos tienen la misma importancia. Los procesos de creación no son procesos lineales y no van de lo abstracto a lo concreto, ni de la teoría a la práctica, sino que son procesos múltiples y procesos dobles. Algunos equipos trabajan a partir de lo concreto hacia lo más abstracto o a partir de la práctica hacia la teoría. Y los que trabajan en sentido inverso entran en contradicción, en sucesivas contradicciones. Es a partir de todo ello que producimos normalmente nuevas síntesis que intentan resolver las contradicciones con las cuales nos encontramos. Todo esto es, naturalmente, un proceso conflictivo. Todos tenemos vicios «burgueses». Esto es, individualismo. Todos, incluso dentro del equipo, queremos hacer pasar nuestra propia idea para personalizarnos. Porque yo creo que todo el mundo, de una u otra forma, en esta sociedad, está frustrado. Yo tengo un cierto desprecio por la creación y cada vez voy teniendo más. Lo que intento es crear una regla de juego en la que esta situación se rompa de tal manera que si el individuo que tienes enfrente tiene un mínimo de razón, o no tiene razón, pero abre un campo nuevo —te sugiere una nueva imagen—, en lugar de encerrarte en tu propio mundo para afirmar tu propia pequeña ridícula personalidad, debes pasarte inmediatamente al terreno de otra persona que te está proponiendo una nueva imagen o una nueva idea que te abre más campo, que es más sugerente. Esto es una regla que intentamos, pero no siempre funciona y, muchas veces, provoca psicodramas y situaciones conflictivas propias de cualquier equipo cuando intenta trabajar colectivamente.

Tú trabajas ahora, finalmente, de nuevo en Catalunya. Y te gustaría trabajar para el país con una arquitectura de creación que respondiera a los cambios «democráticos» que experimentamos. ¿Cómo ves la situación del país y qué respuestas arquitectónicas darías?

He ayudado, con otras personas, desde la adolescencia, a que llegase esta situación pseudodemocrática. Y creo que habría que seguir apoyándola. De todos modos, lo que me gustaría que quedase claro para todos, es que la democracia en la cual estamos, y vamos a estar, es una democracia burguesa. Es una democracia formal. Y además, me gustaría repetir para que de una vez seamos conscientes de este tema, que solamente los países ricos son países democráticos. Algo ocurrirá y algo pasará. Pero la democracia en la que estamos es la democracia de los ricos frente a los países subdesarrollados que no tienen este sistema. Por lo tanto, cuando defendemos la democracia, estamos defendiendo el status quo de país rico frente al país subdesarrollado. Esto lo dijo ya Kissinger hace mucho tiempo: la democracia llega a partir de una determinada renta per cápita. Nos tendremos que mover dentro de este marco, pero sabiendo dónde estamos y no pensando que las cosas son de otra manera. Seamos realistas.

Entonces, tú dices ¿qué arquitectura nos parece que se puede hacer en este momento? Los problemas que nos interesan, en este momento, son problemas de ordenación del territorio. Nos interesa hacer una operación para intentar entender el conjunto del territorio en el que nos movemos: cuáles son las leyes de este territorio, cuál es su historia, cuál es su geografía, cuál ha sido su desarrollo en los últimos años, y cuáles son las relaciones entre paisaje artificial y paisaje natural, y cómo, de qué manera y cuáles son los márgenes con los que se puede incidir en este estropeado y horrible territorio que es Catalunya en la situación actual. Y éste es fundamentalmente el tema de trabajo que tenemos delante ahora. Creemos que hay una incidencia de la forma sobre el contenido, o sea, que los procesos no son lineales y que al trabajar directamente en los problemas físicos, en los problemas de la forma, de alguna manera también se está incidiendo y condicionando no solamente el futuro, sino también la sociedad que existe en este momento.

Creemos que vivir en una ciudad, para poner un ejemplo, cuadriculada, como es el ensanche de Barcelona, o vivir en una ciudad-castro, como son las del norte de África, implica automáticamente dos maneras de vivir distintas. Y no es casual que los mismos bloques que se están construyendo en Bellvitge sean los mismos bloques que se están construyendo en Francia o en la Unión Soviética o en Estados Unidos. Es en el tratamiento del territorio, en este tipo de tratamiento más amplio, como nos parece que incidimos aquí proponiendo un modo de vivir y un modo de organizarse socialmente.

Nos parece que la forma revela el contenido. Y estamos seguros que la forma lineal y fría de la arquitectura moderna —básicamente una arquitectura que se contempla a ella misma—, no revela en absoluto la ambigüedad creativa y revolucionaria de los que nos inclinamos más hacia una sensualidad como comunicación que al discurso intelectual. No responde a los modelos de autogestión, por ejemplo. ¿Cómo podría resolverse la forma arquitectónica para que no sólo se amolde a esas minorías vivas, sino que influya en la evolución de nuestra sociedad? En definitiva: ¿Cómo la arquitectura puede devenir MÉDIUM entre las dificultades técnicas, económicas, de poderes varios y las necesidades reales de la gente que quiere vivir —no amoldarse— en su hábitat?

En primer lugar hay que saber que se está haciendo la peor arquitectura de la historia de la arquitectura. Nunca ha habido peor arquitectura que la actual. No se ha pasado nunca por ninguna época histórica tan mala, tan horrorosa y que implique tantas atrocidades como la nuestra. Esto es debido a una serie de razones. Me centro en una. En la determinada metodología del pensamiento. Una determinada fobia metodológica en la cual se decía que la forma era el resultado de la función. Por lo tanto, se establecía un programa para una determinada vivienda, por ejemplo, y entonces la formalización era el envoltorio de este programa. Este proceso es horrible. Produce formas cerradas. Fija una manera de vivir, una manera de vivir en la vivienda, una manera de estar en el trabajo, una manera de convivir en la ciudad. Y lo fija por su propia mecánica. Si tú primero estableces un programa y la forma se adapta únicamente a éste, cuando quieres modificar el programa no puedes. Tienes que tirar la casa al suelo como hacen los americanos, que son ricos. Y son los que proponen esta metodología. Cuando un rascacielos no les funciona porque hay otro programa, lo tiran al suelo y hacen otro más grande de acuerdo con el nuevo programa. Naturalmente, esto, en una sociedad como la nuestra, no se puede ni plantear. No se lo puede permitir. Por lo tanto, lo que yo digo, es que la arquitectura que hay que hacer es una arquitectura abierta. Una arquitectura susceptible de irse modificando al mismo tiempo que se vayan transformando las estructuras sociales y los modos de vida en su interior. No se puede hacer una arquitectura en función de un programa. Hay que trabajar con unas formas abiertas para que a medida que vaya cambiando la concepción de la familia, de las comunidades, de la estructura social, las formas puedan resistir, por decirlo de alguna manera, el paso del tiempo. La sociedad en la que estamos no tiene dinero, desgraciadamente, para arrasar completamente todo lo que ocurre en Catalunya y construir una Catalunya encima de una plataforma distinta en la cual el territorio está modificado. Ésta es un situación a la que no vamos a llegar y hay que plantear la metodología de trabajo de otra manera.

De todos modos, desde un punto de vista artístico y desde el punto de vista de la sensibilidad, la percepción arquitectónica es una percepción compleja y mental. Yo quisiera decir, quizá, que las dos dimensiones que relacionan al hombre con la realidad son el espacio y el tiempo. Y la arquitectura es configuración de espacio. Si a un individuo le trasformas la noción del espacio y la del tiempo, este individuo entra en otro proceso mental que los psiquiatras llaman locura. La arquitectura hay que entenderla desde este punto de vista, a diferencia de la pintura o de la escultura… La arquitectura es percepción de espacio. Cuando estudias el problema a fondo, y hablas por ejemplo con Piaget que estudia cuándo aparece la percepción del espacio en los niños, te enteras que hasta los 14, 15 o 16 años no se desarrolla del todo. Es la última de las artes que el niño tiene capacidad de entender y de percibir. La gente que vive en arquitectura, pero que la sensación arquitectónica no la ha tenido nunca en su vida, no percibe espacio. No percibe arquitectura, porque hay que tener un determinado dispositivo mental para poder recoger los distintos vectores que te van a influir y que te harán que tú tengas un determinado proceso mental.


En cuanto a los problemas de participación, por llamarlos de alguna manera, yo entiendo que hay como dos niveles, tal como están las cuestiones en este momento. Hay un nivel de organización general, esto es, de propuesta general de estructuras físicas, entre las cuales es muy difícil lograr discusiones abiertas. Y hay otro nivel de cotidianeidad, que no es muy difícil y que está al alcance de todos. De la misma manera que la moda ya no existe y cada cual empieza a vestirse como le da la gana, yo creo que cada individuo puede hacerse su propio espacio y puede, incluso, expresar en las fachadas y en los pequeños lugares su personalidad y su manera de vivir. Creo que puede haber unas trazas territoriales de organización del conjunto y, al mismo tiempo —esto no es contradictorio—, que se desarrollen mecanismos y sistemas de construcción, sistemas de participación dentro de las cuales se exprese la manera de vivir de la gente. Nosotros trabajamos dentro de esta línea, dentro de este estrecho marco en el cual, por un lado, el conjunto de viviendas puede ser el resultado de la organización de una determinada comunidad, y esto puede estar enmarcado en una estructuración física del territorio más amplia.

Creo que las mejores experiencias de arquitectura son las transformaciones. La gente debe destruir la arquitectura para volverla a hacer, para adaptarla a su manera de vivir, pero sin destruirla totalmente. Un determinado individuo o una determinada comunidad debe remoldear el espacio que tiene y tomar posesión de este determinado espacio, de estas determinadas construcciones, y rehacerlas. Las readapta. Así es como puede surgir más creatividad. De todos modos, vuelvo a insistir en que el proceso arquitectónico es un proceso complejo y el entendimiento de la forma física es complicado. Se requiere un cierto nivel de elaboración en esta sociedad en la cual estamos. Porque las relaciones del hombre con la tierra están totalmente destruidas. Si tú te vas a ver a los tuaregs, en los que existen unas relaciones antiquísimas y armónicas entre el hombre y el territorio, te encontrarás con que te hablan del territorio como si estuvieran hablando de su propia casa. Lo entienden perfectamente. Un tuareg, por ejemplo, que está en el desierto, sabe perfectamente cuál es el territorio que le pertenece y lo entiende porque tiene una relación con la naturaleza que impregna su manera de ser. Un tuareg definirá los bordes de su territorio diciendo: fíjate en aquella puerta, y te está enseñando una montaña. Te dirá: fíjate en este plano, y te está definiendo el territorio. El tuareg vive, de alguna manera, aquel territorio. En la sociedad actual, las relaciones del hombre con el medio y con el territorio, y también con la arquitectura, se han perdido. Lo que hay que hacer es reconstruirlas. Construirlas a partir del paisaje actual. Esto se puede hacer, relativamente, con facilidad. Yo tuve dos niños con los que he paseado por la ciudad y hemos visto conjuntamente arquitectura. Se les ha propuesto una serie de ejercicios mentales para llegar a entender lo que es la arquitectura y lo han hecho fácilmente. Por ejemplo, delante de un paisaje, cambiar el color, o delante de unas determinadas fachadas, de una determinada calle, imaginarte que estas fachadas no existen. O al revés, preguntarle al niño qué está pasando detrás de estas paredes que están construidas de esta manera. Y el niño hace una serie de ejercicios de imaginación que, después, son utilísimos para hacer arquitectura. Son esenciales para que la gente entienda lo que es arquitectura. Cuando recorres una calle, para poner otro ejemplo, y la recorres con percepción arquitectónica, cuando miras no puedes estar mirando a un punto fijo como si fuera un cuadro. Tienes que mirar con los ojos muy abiertos. Y cuando estás haciendo el recorrido, tienes que tener la memoria de lo que has visto antes. El resultado, entonces, de lo que estás viendo, más lo que has visto, es lo que hace que tú sepas dónde estás: estás en aquella calle, en aquel lugar… Empiezas a tener una percepción arquitectónica.

Desde que te hemos conocido, la noción de «creación» recoge tu conversación. Te definiríamos, básicamente, como un creador. ¿Qué condiciones exige la creación? ¿Cuál es su mecanismo?

Yo creo que la creación es poner en contacto elementos que normalmente no lo están. Tú coges elementos distintos, heterodoxos, los pones juntos y si logras establecer una nueva coherencia entre ambos, entre elementos que son extraños, estás elaborando un proceso de creación. Esto es un proceso relativamente sencillo y que todos podemos aprender. Lo que pasa es que estamos en una sociedad, y vamos hacia una sociedad, en la cual los procesos que se aprenden no son procesos de creación, sino procesos de análisis. Lo que nos enseñan a hacer en la escuela y, sobre todo, lo que enseñan a hacer en Francia o en Alemania, es analizar un determinado fenómeno. Y lo que está claro es que no analizando un fenómeno se salta directamente a la propuesta. Se salta a la creación. La creación es un salto en el vacío. Es una hipótesis hacia adelante, que después debe ser comprobada y constatada para saber si es una hipótesis falsa o si es una hipótesis que tiene razón. Y este proceso, es un proceso del que se empiezan a conocer sus leyes, sus mecanismos. Es un proceso que existe en todos los individuos. Lo mejor de nuestro cerebro está capacitado para la creación. Es la parte que nos distingue esencialmente de los animales. Y la sociedad en la cual estamos no tiene gran interés en desarrollarla porque admite la creación encuadrada dentro de unas reglas de juego que han venido dictadas anterior y políticamente.

La creación se considera peligrosa porque puede crear todo un conjunto de monstruos: Frankensteins… La creación se permite, en los países industrializados, encuadrada dentro de unos marcos políticos muy fijos y hacia unas directrices y unas trayectorias que naturalmente no pongan en crisis nunca la sociedad en la cual se está. Por este motivo hay temas prohibidos, temas no prohibidos, etc, etc. Si tú te metes dentro de este marco, un marco muy rígido, en Estados Unidos puedes crear. Pero si tú te sales de este marco, no puedes. A mí, por ejemplo, me dicen: ¿Por qué no te vas a Estados Unidos, que es un país donde hay gran libertad y donde se pueden hacer propuestas muy fuertes y se pueden proponer alternativas muy gordas y, además, se tiene la posibilidad de que sean realidades? No voy. Porque el marco que me ofrece Estados Unidos para hacer propuestas a los niveles que a mí me interesa, son marcos completamente prohibidos. Puedes hacer en Estados Unidos un centro comercial que funcione mejor y que haga vender más y que, por lo tanto, los promotores ganen más dinero. Pero en Estados Unidos está absolutamente prohibido inventarse una ciudad que no se parezca a Atlanta, por ejemplo. Estados Unidos es un país individualista que debería ser harto interesante para este tipo de cuestiones, pero dado que el marco en el que te mueves es insuficiente, demasiado estrecho, no lo es.

Yo creo que Bofill es para unos un mito, para otros un adversario, para otros un dictador, un psuquero… ¿Tú qué dices?

Bueno, yo creo que Ricardo Bofill es una persona que intenta construirse a sí mismo, que intenta realizar arquitecturas a partir de los materiales de base que ha encontrado en su propia infancia. Yo soy un individuo tremendamente construido a partir de unos elementos y de unos materiales molestos para mí mismo. Pero sobre los que yo intento edificar el edificio más hermoso que yo mismo puedo lograr hacer. Antes que nada yo creo que R. Bofill es una construcción de sí mismo. Es una arquitectura a partir de unos malos materiales iniciales que ha encontrado.

Este artículo se publicó originalmente en el Nº 30 (febrero de 1978) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.

Este artículo se publicó originalmente en el Nº 30 (febrero de 1978) de Ajoblanco y ha sido cedido para su lectura online en STIRNER por Pepe Ribas, fundador de la revista. La presente versión revisada, del 8 de septiembre de 2023, corre a cargo de Adriano Fortarezza.