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ARTÍCULO

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MAYO 2015

Un mercado sin capitalistas

Un mercado sin capitalistas

FRANCES MOORE LAPPÉ

Ilustración de Sandra Martínez · Mayo de 2015

Ilustración de Sandra Martínez ·
Mayo de 2015

Economía de mercado y capitalismo son sinónimos —o al menos están unidos entre sí—. Eso es lo que muchos americanos han asumido desde la infancia. Pero no es necesariamente así. El capitalismo (o dominio de quienes proporcionan el capital con el objetivo de ofrecer dividendos a los accionistas) es sólo un modo de gestionar el mercado.

Como lo damos por hecho, es difícil imaginar en abstracto una alternativa para el funcionamiento de la economía. Ayuda tener un ejemplo de la vida real.

Y ahora lo daré.

En mayo pasé cinco días en Emilia Romagna, una región de cuatro millones de personas en el norte de Italia central. Allí, a lo largo de los últimos 150 años, una red de cooperativas de consumidores, agricultores y trabajadores ha llegado a generar entre el 30 y el 40% del PIB regional. Dos de cada tres personas en Emilia Romagna son miembros de alguna cooperativa.

La región, cuyo eje es Bolonia, es hogar de 8 000 cooperativas que producen de todo, desde cerámica hasta moda o queso especializado. Su trabajo se teje en redes basadas en lo que a los líderes cooperativos les gusta llamar «reciprocidad». Todas las cooperativas devuelven un 3% de los beneficios a un fondo nacional para el desarrollo cooperativo, y el movimiento apoya centros que proporcionan ayuda financiera, en marketing, desarrollo y conocimientos técnicos.

El supuesto es que, ayudándose unos a otros, todos ganan. Y han ganado. La renta per capita de Emilia Romagna está un 50% por encima de la media nacional.

Los orígenes del movimiento cooperativo de Emilia Romagna son profundos y variados.

En Estados Unidos muchos asumen que catolicismo y socialismo son irreconciliables. En Italia es diferente. Las críticas del teórico socialista Antonio Gramsci han ejercido una influencia considerable en la izquierda italiana de posguerra. Aunque fue encarcelado por Mussolini en 1926 y murió todavía bajo arresto once años después, con 46 años, las ideas de Gramsci calaron. Simultáneamente, la Iglesia comenzó a apreciar el papel de las cooperativas a la hora de fortalecer la familia y la comunidad —como explicaba en detalle el Papa Juan XXIII en su encíclica de 1961—.

Los valores compartidos de ambas tradiciones —valoración del trabajo, la justicia y la cooperación— las hicieron compañeras en el apoyo a políticas públicas favorables a las cooperativas y en la creación de servicios de apoyo a las mismas.

De las tres principales alianzas cooperativas nacionales, las dos más grandes de Emilia Romagna son el Legacoop, de izquierdas, con un millón de miembros, y Confcooperative, la alianza católica con más de un cuarto de millón de miembros.

Durante los años 20, los fascistas destruyeron tanto los movimientos cooperativos como los sindicales. Pero después de la Segunda Guerra Mundial, los movimientos se reagruparon para reconstruir a una Italia devastada por la guerra. Las cooperativas de agricultores y trabajadores pusieron a la gente de vuelta al trabajo. Las cooperativas minoristas ayudaron a los consumidores y las cooperativas de vivienda construyeron nuevas viviendas. Desde 1945, sólo las cooperativas de vivienda afiliadas a Legacoop han construido 50 000 unidades en Emilia Romagna.

Intrigada por las diferencias que todavía permanecen entre las dos ramas principales, pregunté a Davide Pieri, el enérgico treintañero que dirige la sección agrícola de Confcooperative.

¿Su respuesta?

«Sólo en la historia y las personalidades en la cumbre», dice, haciendo una mueca de sonrisa mientras nos incorporamos para ver una cooperativa en acción.

Son las siete de la mañana cuando Davide nos recoge a mi compañero Richard Rowe y a mí en nuestro hotel en Bolonia para hacer una breve visita a la fábrica de productos lácteos en los alrededores del pueblo que hace Parmigiano-Reggiano —o Parmesano, para nosotros—. Casi 400 pequeñas cooperativas fabrican esta especialidad en Emilia Romagna.

Sobre las 8 de la mañana observamos el ritual matutino de la cooperativa Nuova Martignana: los trabajadores, sumamente concentrados, revuelven las mezclas de leche fermentada en una docena de bañeras calientes de cobre del tamaño de un cubo. Esperan a que tome la consistencia adecuada antes de usar tiras de queso gigantes para reunir el queso embrionario en rodajas.

Davide está preocupado por las normas WTO que buscan estandarizar y deslocalizar las especialidades de origen local. Mientras permanecemos de pie mirando a los fabricantes de queso probar la mezcla, parece rebatir esa perspectiva: «¡Mira!», exclama. «Estos son artesanos, ¡están probándolo con sus manos!».

En Bolonia tuvimos también la oportunidad de sentarnos con el profesor Stefano Zamagni, experto en cooperativismo, a quien Davide llama «nuestro profeta».

«El trabajo es una oportunidad para la autorrealización, no sólo un mero factor de producción», escribe Zamagni, economista. El cooperativismo ofrece un camino más allá de la deshumanización del capitalismo, usando completamente las ventajas del mercado.

Diez años atrás inició un programa de graduado en economía civil y cooperativismo dentro del departamento de economía de la universidad de Bolonia. Desde entonces se han graduado 250 estudiantes.

Otro rasgo sorprendente de la cultura es que, desde 1991, la responsabilidad sobre los servicios sociales en Emilia Romagna y otras regiones se ha transferido casi completamente a «cooperativas sociales». Para aquellas que proporcionan servicios como colocación de empleo, el 30% de la plantilla debe provenir de la población servida y, si es posible, debe ser miembro de la cooperativa. Estas «cooperativas sociales» cuentan con algunos beneficios fiscales.

Este enfoque parece otra forma inteligente de elevar la dignidad humana, rompiendo las divisiones degradantes entre quien ayuda y es ayudado.

Davide desprende tal pasión por su trabajo que quería sondear qué le había llevado hasta ahí. «Después de la universidad, trabajé para una empresa capitalista», decía. «Pero no era lo mío. Era un mundo de caníbales. De modo que intenté trabajar por mi cuenta, como consultor. Pero después de un año, me di cuenta de que eso tampoco era para mí. Así que cogí este trabajo con cooperativas. Ésta es la interpretación de la vida que disfruto», dice.

Este artículo se publicó en el Nº 1 de la revista STIRNER, Bajo los adoquines, la playa, en mayo de 2015, traducido por Víctor Olcina. El original apareció el 22 de junio de 2006, en el portal AlterNet, bajo el título de «A Market Without Capitalists».

Este artículo se publicó en el Nº 1 de la revista STIRNER, Bajo los adoquines, la playa, en mayo de 2015, traducido por Víctor Olcina. El original apareció el 22 de junio de 2006, en el portal AlterNet, bajo el título de «A Market Without Capitalists».