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ARTÍCULO

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SEPTIEMBRE 2015

Siglo XXI: Siri,
¿qué hay hoy para comer?

Siglo XXI: Siri, ¿qué hay hoy para comer?

FERRÁN REYES

Son las ocho de la tarde; estás tomando algo con los amigos en una terraza y comienzas a ir un poco ebrio. Hoy te apetece cenar sólido pero con la que llevas encima no te apetece cocinar, así que te acercas el reloj a la boca y y le dices: esta noche me apetece comer italiano. Tu asistente personal te responde: «he encontrado 13 recetas adecuadas a tu dieta semanal y a tus condiciones, te recomiendo spaghetti alla carbonara» a lo que contestas «Ok, llegaré a las 20:30». Automáticamente, en tu cocina comienza a despertar una máquina y, media hora después, tienes un plato preparado a tu llegada con los ingredientes de los cartuchos que compraste hace año y medio.

Muchos ponen el grito al cielo cuando a alguien se le ocurre mencionar que, en los próximos años, va a cambiar la forma en que entendemos la alimentación. Pero este pensamiento inmovilista es una fantasía; la verdad es que nuestra capacidad de adaptación al cambio como sociedad es más flexible de lo que queremos creer.

La realidad es que nunca hemos dejado de cambiar nuestros hábitos alimenticios; desde la invención del fuego, la agricultura —que convirtió hierbajos en alimento comestible mediante selección genética— a la revolución industrial —que ha convertido el cocinar en un suplicio y lo compensa con productos de rápida preparación y consumo a la vez que ha hecho aumentar enormemente la cantidad de azúcares que consumimos—. Y es que la forma en que comemos es causa y a la vez consecuencia del modelo de vida que vivimos. ¡Hola microondas!

Actualmente estamos en un momento histórico en que hay una reactivación innovadora gracias al acceso a la información y a los medios de producción que está haciendo brotar y reinventar muchas tecnologías que pueden cambiar nuestra concepción de la cocina y de la alimentación en los próximos años. La mayoría son tecnologías incipientes que prometen un uso más eficiente de los recursos, el advenimiento del fin del hambre en el mundo, la reconciliación entre comer carne y la ética animal o la posibilidad de acceder al Alimento Perfecto que permita a nuestro organismo desempeñarse correctamente. Pero sería erróneo considerar cualquier progreso tecnológico como una panacea sin efectos colaterales ya que todas estas tecnologías tienen un balance negativo-positivo que habría que sopesar.

Soylent

Una de las nuevas tendencias en alimentación es Soylent, un preparado alimenticio en constante evolución basado en preceptos del código libre. Su creador, Rob Rhinehart, inició este proyecto mediante una campaña de crowdfunding y el producto ya va por su versión 1.2, aunque la empresa, fiel a la cultura DIY del código libre, ha creado una plataforma en la que los usuarios pueden crear sus propias recetas según las características de cada persona, comentarlas y votarlas.

Soylent promete ser un alimento en forma de batido extremadamente rápido de preparar y consumir, económico —8 euros al día— y completo, ya que aporta los nutrientes necesarios para la actividad del cuerpo humano, lo cual parece interesante teniendo en cuenta que los desórdenes alimenticios —y la carencia o desequilibrio de ciertos nutrientes— son un hecho tanto en el Primer como en el Tercer mundo.

No existen, por ahora, estudios serios sobre las repercusiones que este tipo de alimentación puede tener, a largo plazo, a nivel digestivo, cognitivo, etc., así que poco más se puede decir a parte de las experiencias de los propios consumidores que, con su feedback, ayudan a mejorar el producto. Por otra parte, en mi opinión, se crea una brecha cultural enorme con nuestras relaciones con la Tierra a la vez que se antepone de forma demasiado categórica la necesidad fisiológica de la alimentación contra la función social y de placer que tiene la alimentación.

Impresión 3D

Justo cuando la impresión 3D de materiales plásticos comienza a ser mainstream, en las tertulias familiares hace aparición la impresión 3D de alimentos. Y es que, no nos engañemos, la impresión 3D está sólo en la punta del iceberg de sus posibilidades; no se trata únicamente de una herramienta per se, es también una plataforma sobre la que diferentes tecnologías pueden evolucionar hacia un modelo más descentralizado y basado en la colaboración abierta.



  Hamburguesa vegetal realizada con la impresora 3D Foodini

Es el caso de la alimentación que, gracias a la impresión 3D, se abre a campos como el de la creación artística y lleva el tradicional truque de recetas entre amigos al siguiente nivel mediante plataformas de crowdsourcing en las que es posible intercambiar y mejorar recetas con personas de todo el mundo, y que la impresora puede imprimir al instante. Todo esto permitiendo cuantificar la cantidad de calorías y nutrientes por persona, adaptando el plato a las necesidades de cada una de ellas.

Esto es algo que, en una fase bastante embrionaria de esta tecnología, permite la impresora Foodini mediante el rellenado de sus cartuchos con diferentes tipos de alimentos no-sólidos con los que es capaz de crear hamburguesas y dulces de todo tipo.

La NASA está yendo un paso más adelante y pretende solucionar el problema de la alimentación en los viajes espaciales mediante la creación de una impresora 3D que, gracias a cartuchos de alimento en polvo (que pueden durar hasta 30 años), podrá imprimir alimentos in situ. Ahorrando en espacio, en costes de almacenamiento y vida máxima de los alimentos.

Carne de laboratorio

En la cultura occidental las técnicas de marketing y nuestras formas de consumo están amplificando la distancia entre el producto que vemos en las estanterías del supermercado y su origen, dificultando cada día más su trazabilidad y escondiendo de nuestra visión los costes indirectos de nuestro consumo (huella de carbono, ética animal, abuso de productos nocivos) a cambio de una visión idealista del producto que solemos aceptar de buena gana. Este hecho, sin embargo, puede ser un punto a favor para la carne producida en laboratorio ya que, con la tecnología suficientemente madura, esta será indistinguible de la carne convencional y a la hora de escoger el producto en el punto de venta, y según los hábitos de compra actuales, el rechazo será menor.

Así nos encontramos que, para producir una hamburguesa de ternera son necesarios 2.400 litros de agua, una emisión bastante importante de gases invernadero. Por regla general se explota el animal como producto industrial, suministrándole hormonas y antibióticos que pasarán a nuestro cuerpo, así como diferentes componentes para mejorar sus propiedades organolépticas, como almidón o agua.

El de la ganadería y industria cárnica moderna es un modelo que muchos critican por considerar insostenible, poco sano debido a la calidad de la carne y además poco ético con los animales y los consumidores.

Desde hace unos 20 años se han iniciado proyectos biotecnológicos para producir carne in vitro que pretenden liberarnos de los inconvenientes de la carne convencional mediante las economías de escala, la eficiencia energética y la capacidad de crear productos en el momento y con características nutricionales a demanda. Aunque hay quien se mantiene escéptico, hace pocos meses unos voluntarios probaron ya la primera hamburguesa de carne in vitro, que costó 250 000 euros.

Hipodronia

La hidroponia es un sistema de agricultura sin suelo en el cual las plantas están fijadas en sustratos o directamente en el agua con una solución nutritiva que le aporta todos los componentes químicos que necesitan para crecer. Es un sistema milenario, aunque la hidroponia moderna tiene poco más de 300 años. A día de hoy está resurgiendo gracias a los avances tecnológicos que facilitan su gestión y el auge de las ciudades verdes.

Y es que no son pocas las ventajas que aportan:

Permiten cultivar en prácticamente cualquier sitio —también en ciudades— acercando la producción al consumo.

Permiten aprovechar el espacio mediante el cultivo en vertical y el no uso de la tierra.

Los cultivos hidropónicos usan una veinteava parte de agua menos que los convencionales.

El uso de pesticidas tiende a cero.

No existen malas hierbas.

Es más seguro para llevar a cabo cultivos transgénicos.

Es posible sistematizar y robotizar la siembra, producción y recolección.

Es un cultivo más eficiente y productivo.

Permite recuperar tierras sobreexplotadas y puede combinarse muy bien con cultivos no intensivos y de alta biodiversidad sobre suelo.

Agricultura opensource

Están apareciendo numerosos proyectos de encuentro entre la cultura hacker y el mundo rural, siendo la agricultura donde más ideas se están desarrollando. No sólo hay gente compartiendo cómo construir un tractor desde cero o cómo replicar un sistema de gestión de cultivos robotizado de código abierto sino que se está creando una comunidad en la que a la vez que se están reconciliando dos mundos —el de la alta tecnología con el rural—, se está creando conocimiento abierto y accesible para todo el mundo que facilitará adquirir soberanía alimentaria a miles de personas alrededor del mundo, devolviendo a las personas lo que hasta hace poco era dominio únicamente de las corporaciones.